Jennifer Velasco Ruiz / GNDIARIO
En nuestro mundo, la pérdida de biodiversidad y las amenazas de extinción afectan cada vez a más especies, poniendo en jaque la riqueza natural del planeta.
Muchas de estas crisis tienen como origen actividades humanas: la explotación desmedida de recursos, la contaminación, la destrucción de hábitats y la introducción de especies invasoras. No obstante, en este sombrío panorama, también surgen ejemplos inspiradores que demuestran el poder de la acción humana para revertir el daño y preservar la vida silvestre.
Cinco especies de animales que no se han extinguido gracias a la contribución de los humanos
A lo largo de la historia, científicos, ambientalistas y comunidades comprometidas han trabajado incansablemente para rescatar especies al borde de la extinción.
Gracias a estrategias como la cría en cautiverio, la reintroducción en hábitats protegidos y programas de conservación, muchas han podido recuperar sus poblaciones. Estas historias no solo representan un triunfo para la biodiversidad, sino que también nos llaman a reflexionar sobre nuestro impacto en el entorno y a actuar con mayor responsabilidad hacia la naturaleza.
- El caso del búfalo americano
El búfalo americano durante siglos, este animal fue una fuente vital para las tribus nativas de Norteamérica, quienes lo consideraban sagrado. Sin embargo, la llegada de los europeos trajo consigo una caza indiscriminada, impulsada por el alto valor de sus pieles, que diezmó drásticamente a la especie.
Gracias a los esfuerzos del zoológico del Bronx y a la creación de reservas naturales como el Parque Nacional de Yellowstone, el búfalo americano tuvo una segunda oportunidad. Actualmente, se estima que unos 31,000 ejemplares viven en libertad, y la población total, incluyendo los criados en cautiverio, ronda los 500,000. Estas cifras representan una victoria significativa para la conservación.
2. El bisonte europeo: un rescate en el viejo continente
En Europa, durante milenios, diversas especies de bisontes habitaron el continente, pero la caza y la pérdida de hábitats redujeron su número drásticamente. En 1927, los últimos ejemplares salvajes fueron cazados en el Caúcaso.
La esperanza para la especie residió en 54 bisontes mantenidos en cautiverio. En 1929, se inició un programa de cría en el bosque de Białowieża, Polonia, que resultó ser un éxito. Desde la década de 1950, se han llevado a cabo reintroducciones en distintas partes de Europa. Actualmente, más de 6,000 bisontes europeos habitan el continente, un testimonio de cómo los esfuerzos humanos pueden revertir la extinción.
3. Lince ibérico: un emblema de la península
Es de las especies más icónicas de la fauna española, enfrentó una situación crítica en los años 90, cuando su población se redujo a menos de 100 ejemplares. La mixomatosis, una enfermedad que diezmó a los conejos, su principal presa, junto con la pérdida de hábitat y la caza furtiva, llevaron a la especie al borde del colapso.
Programas de cría en cautiverio y reintroducción en su hábitat natural han permitido que la población del lince ibérico supere los 2,000 ejemplares en la actualidad. Estos esfuerzos han incluido la creación de corredores ecológicos y la implementación de medidas para combatir la caza furtiva, lo que ha convertido al lince ibérico en un ejemplo de conservación exitoso, aunque sigue estando en peligro de extinción.
4. La ballena azul: un gigante en recuperación
El animal más grande de la Tierra, también ha enfrentado graves amenazas debido a la caza comercial. En el siglo XX, la industria ballenera redujo drásticamente sus poblaciones, especialmente en la Antártida. A pesar de las medidas de protección introducidas en 1946, no fue hasta 1966 que se prohibió su caza de forma efectiva.
Hoy en día, se estima que existen unos 10,000 ejemplares de ballena azul en los océanos, una mejora respecto a los alarmantes números del pasado. Aún así, la especie sigue enfrentando amenazas como la pesca accidental y las colisiones con embarcaciones.
5. El oso panda gigante: un éxito asiático
Conocido por su baja tasa de reproducción y su dieta especializada en bambú, ha sido otro foco de esfuerzos de conservación. En la década de 1980, China estableció reservas naturales y programas de cría en cautiverio que han permitido un notable aumento en su población.
De unos 1,596 ejemplares registrados en 2004, la cifra ha aumentado a 1,864 en 2022. Este avance llevó a que en 2016 la especie pasara de estar “en peligro” a “vulnerable”, aunque los conservacionistas enfatizan que aún queda mucho por hacer.
Estas historias nos muestran que, con dedicación y esfuerzo, es posible revertir el daño y garantizar un futuro para las especies amenazadas. La conservación no solo es una responsabilidad, sino también un recordatorio de nuestro poder para marcar la diferencia en el mundo natural.
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