YUCATAN TIMES
El Golfo de California, conocido como el “acuario del mundo”, es un santuario para ballenas, delfines, tortugas y cientos de especies de peces. Está rodeado de desierto, pero bajo la superficie se encuentra un mundo rico y abundante en vida marina. La masa de agua se extiende a lo largo de 160.000 km² y es el hogar de más de 5.000 especies diferentes. Su belleza tiene una fuerza de atracción, atrayendo no solo a grupos de turistas, sino también a depredadores en busca de una captura.
La zona está cada vez más amenazada por la caza furtiva, el acto ilegal de cazar y vender animales marinos para obtener beneficios. La caza furtiva representa una grave amenaza para la supervivencia de especies preciosas y en peligro de extinción y los ecosistemas que sustentan. El Golfo proporciona un caldo de cultivo para muchas de estas especies, lo que lo convierte en un objetivo atractivo para la actividad criminal.
Esto es lo que le está sucediendo al pepino de mar, un animal marino que tiene un gran parecido físico con el vegetal, excepto por sus hermosos colores y su papel vital en el mantenimiento de fondos oceánicos saludables. Desafortunadamente, estas cualidades beneficiosas son la razón por la que caen presa de la caza furtiva ilegal y terminan en la medicina tradicional china.
“El tráfico de especies en peligro de extinción es una actividad altamente rentable e ilegal”, dice Alex Olivera, del Centro para la Diversidad Biológica (CDB). La mayor recompensa se coloca en la totoaba, un pez que se encuentra exclusivamente en estas aguas, con una vejiga que es muy valiosa en el mercado asiático. El precio puede llegar hasta los 25.000 dólares el kilo, por lo que comúnmente se la conoce como la “cocaína del mar”. “Esto ha llevado a la participación del crimen organizado en la caza furtiva y la exportación de estas especies a Asia”.
La vaquita marina, una marsopa pequeña pero extremadamente amenazada, de la que se estima que solo quedan entre 8 y 10 en el mundo, no es un objetivo de estas actividades criminales, sino una desafortunada captura incidental. Los animales quedan atrapados en las redes de enmalle que están preparadas principalmente para capturar camarones y totoaba. El uso de redes de enmalle y el comercio de totoaba es ilegal en la zona, pero la falta de aplicación de la ley la convierte en un patio de recreo accesible para los delincuentes.
El Golfo proporciona las zonas de recolección para los cazadores furtivos, pero el problema se extiende mucho más allá de las fronteras mexicanas. El tráfico ilegal hace uso de las rutas comerciales tradicionales. El crimen organizado que controla la distribución es un vasto organismo internacional, con sangre que corre por sus venas desde Estados Unidos hasta Asia. La caza furtiva y el tráfico de animales marinos es una industria global de miles de millones de dólares y representa una de las mayores amenazas para nuestros ecosistemas oceánicos.
Con el creciente agotamiento de nuestros océanos, los medios de vida de las personas que dependen de estos ecosistemas están en peligro. En los últimos años, el alcance del crimen organizado ha ido creciendo y ahora se está trasladando a áreas legales, como el mercado del camarón. Esta criminalización de la industria hace que sea cada vez más peligroso para los conservacionistas, como el CDB, proteger el área. Así, mientras aumenta la necesidad de protección, se deterioran las condiciones para proporcionarla.
Esto pinta un panorama sombrío para el futuro, en el que la caza furtiva ilegal de vida marina no solo representa un peligro para los animales, sino también para las personas. El ancla de esta tormenta es la resiliencia de la naturaleza y su capacidad de recuperación, ampliamente demostrada. Esto subraya la importancia de contar con áreas marinas protegidas bien administradas, donde se proporciona un verdadero refugio para que se pueda preservar la increíble y abundante vida silvestre en nuestros océanos, y las comunidades de todo el mundo que la apoyan.