EL DEBATE
Las agujas del simbólico “reloj del fin del mundo” se han movido a 89 segundos antes de la medianoche, la posición más cercana jamás registrada.
Este cambio refleja el aumento de los riesgos globales, como las tensiones nucleares, el cambio climático y las amenazas biológicas, que ponen en peligro la supervivencia de la humanidad.
El Boletín de los Científicos Atómicos, un equipo conformado por expertos que monitorean los peligros existenciales desde 1947, anunció esta sombría actualización. Según sus miembros, 2024 fue el año más cálido de la historia, mientras las potencias nucleares continúan ampliando sus arsenales y la cooperación internacional en desafíos clave sigue siendo insuficiente.
Crisis global y decisiones controvertidas
Juan Manuel Santos, expresidente colombiano y miembro del Boletín, subrayó que el reloj es “un diagnóstico crudo de nuestra realidad”. Advirtió sobre el impacto de políticas como la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud, calificándolas como decisiones con consecuencias alarmantes para la seguridad climática y sanitaria global.
Por su parte, Daniel Holz, presidente del Comité de Ciencia y Seguridad del Boletín, señaló que la falta de avances en áreas críticas como el desarme nuclear y la regulación de nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial, agrava la vulnerabilidad global.
“Los países con armas nucleares están modernizando sus arsenales, mientras los tratados de control de armamentos colapsan. Además, los intentos por frenar el cambio climático son insuficientes; 2023 y 2024 rompieron récords de calor devastadores”, agregó Holz.
Una luz de esperanza
A pesar de este panorama desolador, los científicos insisten en que aún es posible revertir el curso. Rachel Bronson, directora del Boletín, enfatizó que la medianoche del reloj simboliza un punto sin retorno para la humanidad, pero que “nunca es tarde para actuar”.
El profesor Robert Rosner recordó que la humanidad ha enfrentado desafíos similares en el pasado, como durante la Guerra Fría, y que el trabajo conjunto puede marcar la diferencia.
El Reloj del Fin del Mundo, que llegó a su punto más alejado de la medianoche en 1991 con la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, continúa siendo un llamado urgente para redoblar esfuerzos y evitar una catástrofe.