Quinn Slobodian es autor de un libro llamado Crack-Up Capitalism: Market Radicals and the Dream of a World Without Democracy.
Difícil traducir Crack-Up Capitalism, quizá “capitalismo loco o desquiciado”. El subtítulo es más claro: “Los radicales del mercado y el sueño de un mundo sin democracia”.
Con la expresión “radicales del mercado”, Slobodian alude a los ricos asociados a Trump con sus empresas tecnológicas: los Techno Brothers. No hay nada nuevo, dice, en que los ricos estadunidenses y su gobierno tengan vínculos oligárquicos (The Guardian, 18/1/24: https://bit.ly/40vIsQv).
Lo nuevo ahora son la escala, el sector y la estrategia.
La escala es clave: los ultramillonarios de hoy no son sólo billonarios, sino centibillonarios, tienen más de 100 mil millones de dólares cada uno.
El sector es clave también: de los diez centibillonarios estadunidenses de hoy, sólo uno, Warren Buffet, hizo su fortuna en la economía “tradicional”, fuera de la órbita tecnológica de Silicon Valley.
La estrategia es aún más importante. ¿Qué quieren los ultrarricos tecnológicos asociados a Trump? Quieren lo de siempre: contratos de gobierno, desregulación para sus negocios, baja de impuestos.
Pero hay algo más aquí: el sector de nuevos negocios que se adhiere al gobierno de Trump es inherentemente contrario al gobierno y al Estado..
No quiere límites para su expansión , ni dentro de su país ni en el mundo. Sueña, digámoslo así, con “países digitales sin fronteras”, “países” formados por el mundo de consumidores que tienen sus empresas globales.
Quieren que estas empresas, enormes de por sí, se expandan sin reglas burocráticas ni democráticas, consagrando un triunfo total, cuasi totalitario, del mercado.
Las empresas que buscan este nuevo orden, no hay que olvidarlo, modelan ya, con sus algoritmos, mucho de lo que la gente vota, piensa, prefiere y consume en todas partes.
Los dueños emblemáticos de esta red de empresas tecnológicas estaban en el podium de la toma de posesión de Trump: Musk, Bezzos, Zuckerberg, etcétera.
Estados Unidos, concluye Slobodian, se enfrenta a los riesgos “no tanto de un fascismo de suelo y sangre, sino a un capitalismo de fondo nihilista”, que desafía la naturaleza misma de los estados nación y de las reglas democráticas que conocemos hasta ahora.