Judith León / CONECTA ARIZONA
Denisse Paz es originaria de Huépac, una población del Río Sonora a la que se puede llegar desde Nogales, Arizona, en un recorrido de alrededor de 3 horas y 17 minutos, o 141 millas por la carretera México 15. También se puede llegar desde Douglas, Arizona, por la carretera estatal 89. El tiempo de recorrido para 142 millas, es de 3 horas y 34 minutos.
Ella es una adulta joven que se crió y ha vivido gran parte de su vida en una casa antiquísima que está frente a la iglesia del pueblo, y donde ocurren fenómenos paranormales con los que ella y su familia aprendieron a convivir.
La historia de su hogar no sólo es que alguien construyó en un predio y la propiedad se fue heredando por generaciones. Los registros que Denisse se ha encargado de llevar, y de compartir con Conecta Arizona son mediados de 1800.
Sentada en el sillón de un café del Centro Histórico de Hermosillo, narra lo que conoce de sus antepasados; su tatarabuelo (por la línea materna), Rómulo Padilla llegó de España en barco al puerto de Veracruz, viajaba con varios hermanos, quienes se fueron quedando en distintos lugares de México, uno en Guadalajara, otro en Sinaloa, su tatarabuelo fue el que eligió el destino más alejado, Huépac.
De convento a vivienda con trastienda
Al llegar a la población compró, para que fuera su casa, lo que anteriormente fue convento (donde se da formación a las mujeres religiosas), luego fue escuela para señoritas, y finalmente fue la casa de “los Padilla”.
Rómulo Padilla comenzó a forjar su patrimonio con la instalación de tiendas de abarrotes que no tenían nombre, todas se diferenciaban por los colores que tenían sus paredes: “la tienda amarilla, la tienda azul, la tienda roja”. Su tataranieta piensa que quizás decidió quedarse en este pueblo por la existencia de una mina, la mina Washington.
Al respecto, José Omar Montoya Ballesteros, cronista de Huépac y también presidente de la Asociación de Cronistas Sonorenses, señaló que la explotación minera data del siglo XVII, extraían cobre y plata. Esto ocurrió hasta los años 80.
Cuando Rómulo Padilla llegó, ya no había convento, tampoco había escuela, era un lugar abandonado. Restauró la construcción y la habilitó como casa habitación, misma que estaba junto a la iglesia de San Lorenzo, el santo patrono de Huépac.
“Estaba comunicado. Siempre se ha dio que hay un túnel. Pero nunca hemos visto nada, ni hemos encontrado nada”, aseguró la entrevistada.
Luego de establecerse, el español comenzó a formar su propia familia y a partir de ahí, a surgir la descendencia del apellido Padilla en esta región sonorense. Casó con Gertrudis Molina, quien murió ‘de parto’, muy joven, señaló el cronista; murió cuando nació María, su segunda hija, y hermana del bisabuelo de Denisse, Jesús Padilla Molina, quien firmaba como Jesús M. Padilla.
Aunque Denisse no tiene el registro del color que era la tienda que había donde estaba la que es su casa familiar, sí sabe que era la más grande y que una parte de esta casa aún se conoce como ‘la trastienda’.
El tatarabuelo hizo un viaje a Hermosillo para comprar mercancía (no hay registro del año), sufrió un infarto y murió en el área de lo que hoy es el Parque Madero, que era el sitio de entrada a la ciudad. “Aquí se quedó. En aquellos tiempos se hacían días de viaje para llegar a Hermosillo, cruzaban el río y la sierra, en carretas. Aquí se quedó. A lo mejor es de los que estaban sepultados donde ahora es la Comandancia Centro (de Policía)”.
El bisabuelo de Denisse, hijo de Gertrudis y Rómulo, y hermano de María, se quedó a cargo de las tiendas de colores, se hizo cargo de la familia y de la casa, hasta que se unió a la revolución. Era partidario de Álvaro Obregón.
El hijo heredero se entregó a la Revolución
El cronista José Omar Montoya, informó que el general brigadier Jesús M. Padilla nació en Huépac en 1883; alrededor de treinta años después, en febrero de 1913 se afilió a las fuerzas auxiliares del estado, que desconocieron al general Victoriano Huerta como presidente de la República. Militó en el Ejército del Noroeste, bajo las órdenes del general Álvaro Obregón, a quien acompañó durante su entrada triunfal a la Ciudad de México en 1914.
En 1920, Jesús M. Padilla participó como uno de los firmantes del Plan de Agua Prieta, con el que se desconoció el gobierno de Venustiano Carranza. También apoyó a Álvaro Obregón durante su última campaña presidencial; al obtener, el también sonorense, su triunfo para el cargo de presidente, Jesús M. Padilla fue comisionado como comandante de las fuerzas federales en Huépac. Se hizo cargo de la campaña contra los yaquis rebeldes. Tenía un cuartel en Huépac y otro a un lado del río, en un campo llamado Muralla, desde donde vigilaba todo el territorio.
Montoya Ballesteros agregó que en ese campo permitió que se instalaran algunas fondas para atender a los soldados y para dar empleo a muchas familias necesitadas. Falleció en Huépac el 19 de julio de 1928. El cronista y Denisse Paz coinciden en la referencia de que murió de un paro cardiaco al enterarse de la muerte del general Álvaro Obregón, dos días después del suceso.
“De hecho, murió después que Obregón, de la impresión de que lo mataron. Le avisaron que había muerto y…”, recordó la bisnieta, “De hecho, se dice que cuando le avisaron que perdió el brazo, mi bisabuelo fue a buscar a un médico para que lo atendiera; después de la atención que recibió por la amputación del brazo derecho, se dice que él fue quien le salvó la vida”.
El brazo de Álvaro Obregón fue enviado a Sonora
Obregón perdió su brazo en la batalla de Santa Ana del Conde, en Guanajuato, el 3 de junio de 1915. Dicho brazo fue conservado en un frasco con formol y exhibido en un monumento erigido al general en la Ciudad de México. En 1989 el brazo fue incinerado y enviado a Huatabampo, Sonora, lugar de origen de Obregón.
Álvaro Obregón Salido fue asesinado en el Parque La Bombilla de la Ciudad de México, el 17 de julio de 1928. Tenía 48 años y era el presidente de México. El lugar donde estuvo el brazo en el frasco con formol se colocó una escultura de bronce de esta extremidad.
Termina la tradición de las tiendas en Huépac
Al morir Jesús M. Padilla, termina la época de las tiendas de abarrotes. Ya había otros intereses, pero siguió existiendo ‘la trastienda’, que era una parte de la casa que, hasta la fecha, sigue distinguiéndose con ese nombre.
La abuela de Denisse también se crió en esa casa; ella era Alicia, hija de Jesús Padilla Molina, y quien, después sería la madre de Telma. Telma fue la mamá de Denisse, quien vivió en la famosa casa de la tienda grande, de la trastienda, la que fue convento y escuela para señoritas. Junto a la iglesia.
A propósito de la iglesia, los padres de Denisse donaron a la iglesia contigua el terreno donde estuvo la trastienda, luego de que se cayera una parte, que era de adobe. Con este terreno que estaba pegado a la barda que dividía la casa y la iglesia, se hizo un patio para ampliar la iglesia.
Años después, la casa que fue de los Padilla y se convirtió en la casa de los Paz, la quinta generación del español que llegó en barco a Veracruz. La casa tuvo su techo de carrizo con tierra (adobe) hasta que hicieron una remodelación de la vivienda porque, con una lluvia se cayó el techo. Lo construyeron más alto y colocaron láminas sobre lo que fue el carrizo y adobe. Recientemente se quitó todo eso y se hizo un techo nuevo, descartando el riesgo de que se derrumbara.
Las señoritas del convento…
La historia sobre las señoritas que asistían al convento para formarse como religiosas, señala que fue entre principios y mediados de 1800. Al irse Jesús M. Padilla a la revolución, aseguró la educación y una formación distinta a la que había en el pueblo para su hija Alicia enviándola a un colegio-internado en Estados Unidos; estuvo en Tucson y en San Diego.
Las historias que Denisse conoció de viva voz sobre lo que ocurría en su casa, fueron transmitidas por Telma, su mamá. Quien, desde niña, veía a una mujer que pasaba a la cocina, atrás del comedor y hasta el corredor. Alguna vez, su mamá escuchó que la llamaban ‘la mujer de blanco’, pero ella aseguraba que la veía vestida de color rosa. “Siempre dijo que toda su vida la vio”, cuenta Denisse.
“Nosotros nunca la habíamos visto, pero, por ejemplo, la puerta de la cocina es muy pesada, es de madera y tiene una alambrera, no es que se abra con cualquier airecito, pero sí, en el transcurso del día escuchábamos que la abrían y la soltaban. Mi papá la puso en los años ochenta, sólo han ido cambiando el alambre. En el día, escuchábamos que se abría como que pasaba alguien, pero no entraba nadie. Nosotros ya sabíamos. Tampoco era que el viento la pudiera abrir. Era, como decía mi mamá, que atravesaba la casa esta mujer”.
¿Aprendió a vivir tu mamá con eso?
Mi mamá era muy miedosa, pero tenía su vida ahí. Eso sí, estar sola en la casa, ¡jamás! No, nunca. mi hermano, dice que también la vio alguna vez, ya mucho tiempo después. Uno de mis hermanos la vio en la cocina. A unas visitas que fueron a alguna le dijo en oído soy Inés, al oído me dijeron, así como de secreto, en el oído le dijeron soy Inés. Lógicamente no volvió. En el oído se lo dijeron.
Luego, a otras visitas, amigas mías las destaparon, que sintieron cómo le jalaban las sábanas; muchas veces ha pasado, eso de que les quitan las cobijas, les hablan, o sienten suspiros, así que, en el oído, ¡sí que les suspiran y no hay nadie!… Que también suspiran como si fuera un caballo, muy fuerte. Otros más que como de persona, que es lo más común. También hay personas que dicen que cuando la casa estuvo sola se prendía una televisión, veían por la ventana que la televisión se prendía y ya no se apagaba. Ya dejaron las televisiones desconectadas mejor, pero pues, cositas así, o que de repente pensaban que estaba alguien en la casa porque se oía como que andaba alguien.
¿Y a ti te ha pasado?
A mí, pues no. Si acaso… bueno, el papá de mi mamá falleció en la casa, cuando ya estaba muy mayor, que estaba enfermo, mi mamá lo cuidó y falleció en esa casa.
Él falleció cuando yo tenía unos cinco o seis años, yo era su consentida, entonces tengo muy presente su olor. Y desde entonces sí, alguna vez me tocó sentir en ciertas partes de la casa su olor, pero así momentáneo; yo la practiqué con mi mamá y me decía A mí también me ha pasado. Y desde entonces a mí también me ha pasado, decía mi mamá. Y mi hermano se reía de nosotras, el mismo que vio lo de la cocina. Siempre se reía de nosotros, hasta que una vez dijo, ¿Sabes qué? Ya me dio el olor. Y después le pasó eso, porque él nunca nos creía. Pero sí, sí, mi mamá era la que veía más seguido la que tenía más ese don, se puede decir.
¿Y qué explicación le han dado?
Pues que la veían vestida de época. Pues no, nunca nadie dio explicación. Mi mamá decía que cuando se lo platicaba a su mamá, su mamá como que ¡Ay, no, no, no! No la quería asustar, se lo quería minimizar, para que no se asustara. Por eso nunca se lo platicó.Nunca dijo nada a mi nana, no. De hecho, se dice que mi nana era bruja, que leía cartas y hacía trabajos. Pues, a mí no me consta, pero se dice. También ahí del pueblo.
¿Y en el pueblo hay otro lugar, otra casa, o vecinos, o la iglesia, alguien que perciba también movimientos de este tipo?
Pues mira, ya hace mucho que no me han dicho, hace mucho que no los veo. Parientes también que, de los mismos que se fueron ramificando de los Padilla, contra esquina de mi casa, decían que uno de sus hijos veía en las noches a un hombre con una jaula con un pájaro, y lo veía seguido. Murió joven él, muy joven en un accidente, pero era el que más veía a esa persona.
Y pues, en la iglesia que está pegada, eso me lo platicó mi nana, que una señora de las beatas que era la que abría la iglesia, en una ocasión, en diciembre, dijo, Voy a ir a rezar temprano el rosario, porque ya más tarde no voy a tener chance, porque los tamales, la cena y voy a ir en la madrugada.
Que fue a la iglesia, cuando abrió, estaba llena de gente que estaba rezando, y vestidos de todas las épocas, ¡pero la iglesia llena!, que no más la vio, y cerró, y en ese tiempo todavía no había luz eléctrica, pero, pues, nada más estaban los sirios del santísimo, así que vio, cerró la puerta y se fue.
Le platicó al sacerdote cuando fue, porque en Huépac nunca hemos tenido sacerdote, porque no es parroquia, viene uno de Banámichi, cuando ir al padre, a Huépac, le platicó, y el padre le dijo que eran animas, que a cierta hora rezan por su descanso, que ya no fuera en la madrugada.
Entonces, por lo que calculamos, lo típico eran las 3:00 de la mañana o 4:00, porque normalmente se levantaba a las cinco; también se han visto fantasmas; la iglesia, por lo que tengo entendido se hizo en tiempo de los ópatas.
Y la iglesia que tiene, que tiene, ¿cómo la describes?
Pues, qué hay abajo, nunca se ha dicho nada, eso sí, por ejemplo, siempre se ha dicho que las vigas son las originales, el altar, que está el patrón, San Lorenzo, pues, a mí, en lo personal, no me da miedo, no he nunca visto nada. Sí, es una iglesia muy antigua. Y si la han ido remolando, si le han puesto más, más cosas, la han ido agregando, sobre todo, dicen que en un terremoto que hubo alguna vez, se cayó el campanario.
Y la gente nomás dice haber visto a la mujer de blanco, pues, por la historia que hay. Que no habla, una nomás pasa, pues, que anda penando, y como, siempre el mismo camino, pues, como la de la casa, que te digo, que siempre el mismo camino, en la misma ruta.
Y esa que venían en tu casa, ¿no se dirigía a la iglesia, o algo así?
Probablemente, porque atravesaba, se perdía allí en la pared, que da a un baño, y ese baño va a donde fue alguna vez la trastienda y luego lo que es la iglesia.
Probablemente, sí. Quizás. A lo mejor, fue alguna alumna de la escuela, como dicen, porque religiosa no era, no se veía vestida, por lo que decía mi mamá, no se veía vestida como religiosa. Y, pues, eso de que Soy Inés, como a dos personas les ha pasado. Les ha pasado que les dijeran en el oído, Soy Inés. Pues, como te digo, me ha tocado personas que yo he llevado, que le digan en el oído, Soy Inés.
¿Y se siente algo? Bueno, pues, es que tú estás acostumbrada.
Fíjate, yo no soy muy, no soy muy miedosa, pero ahí sí siento, yo creo que la única vez que he sentido mucho miedo ha sido en esa casa. Y no es que me haya pasado nada, simplemente sentí miedo. Lo único que me ha sucedido es lo del olor. Pero ahí afuera no, nunca nada.
Huépac tiene una población de alrededor de mil habitantes, muchos de ellos salen para estudiar o van a trabajar a otros puntos de la región o de Sonora, pero constantemente regresan los fines de semana o por vacaciones.
El cronista José Omar Montoya detalló que el terremoto del que comentó Denisse Paz ocurrió, según la historia oral, en 1887, fue cuando se cayó el campanario. Éste permaneció en escombros hasta los años 60, en el que se hizo la actual espadaña para poner las campanas. Dentro del templo existe una de las campanas que estaban en la torre y que se dañó al caerse.