Juan Arturo Brennan
En el grupo de compositoras y compositores inmigrados a México, aquellos a los que Rodolfo Halffter llamaba transterrados, la figura de Emiliana de Zubeldía (1888-1987) llama particularmente la atención, debido principalmente, claro, a su producción musical, pero también por la manera tan completa en la que se integró al ámbito musical de México, particularmente el de Sonora. Originaria de Navarra, estudió en Pamplona, Madrid y París, desarrollando con prestancia una doble carrera como pianista y compositora. Antes de llegar a México pasó por Nueva York, Argentina, Brasil y Uruguay, y uno de los hitos más importantes de su carrera fue su conocimiento, estudio y práctica de las teorías musicales de Augusto Novaro. Ya instalada en Sonora, comenzó en 1947 una fructífera relación con la Universidad de Sonora, no sólo académica, sino también social y de promoción que se prolongó hasta su muerte, y que la hizo acreedora a numerosos reconocimientos. Su benéfica labor es cabalmente reconocida hasta nuestros días en Sonora.
Hace algunas semanas llegó a mis manos un cedé (¡Sorpresa! Léase disco compacto, de esos de plástico, cartón y papel) con una atractiva selección de canciones de Emiliana de Zubeldía, cantadas por la soprano hermosillense Elena Rivera, con el acompañamiento de Jorge Robaina al piano. En algunos de los tracks del cedé se escucha la participación del flautista Javier Castiblanque. El cedé se titula Soles y brumas II (2024), siendo la segunda parte de un proyecto de divulgación iniciado y protagonizado por Elena Rivera; el primer volumen data del año 2017.
Las canciones de Zubeldía grabadas en este cedé han sido agrupadas en cuatro series de enfoque y contenido particular: Fábulas infantiles, Poetas de América, Poemas mínimos y Canciones de cuna. Una característica común a las 27 canciones elegidas por Elena Rivera es que son, casi sin excepción, muy breves, ya que ninguna llega a los cinco minutos de duración, y algunas son tan fugaces como un cuarto de minuto. Lo menciono no por llenar papel, como hacen otros, sino porque esa brevedad permite apreciar el trabajo de la compositora como miniaturista, además de que, a pesar de esa parquedad, cada canción está completa, bien estructurada y bien realizada. Un elemento sugestivo de esta selección de cantos de la compositora navarra está en el hecho de que en varias de las canciones aquí registradas se escuchan algunas interpolaciones habladas, lo que da a las piezas el atractivo de lo coloquial. A propósito del habla: hay aquí, para deleite de quien escucha la música vocal con atención, tres canciones cantadas en inglés y una más en euskera.
Mérito puntual de este disco es el hecho de que, así como las Canciones infantiles están compuestas en un lenguaje sencillo y muy tonal, el resto de las piezas transitan por una expresión un poco más austera, armónicamente más variada. Y si así lo planteó la compositora, la soprano lo ha entendido muy bien, haciendo una perceptible diferenciación de estilo, y siguiendo una línea de conducta que tiende a la claridad y la transparencia en la enunciación y el perfilado melódico de las canciones. Bien expresados también por Elena Rivera, los inescapables giros españolistas de algunas de las piezas, sin exagerar la decoración localista. Técnicamente, la toma de sonido tiene una rica cercanía, y un muy bien calibrado balance entre voz y piano.
Ahora bien, en el entendido de que Elena Rivera se ha dedicado con notable asiduidad a la investigación, interpretación y divulgación de las canciones de Emiliana de Zubeldía, un acierto indudable está en el hecho de que, concurrentemente con el disco aquí reseñado fue producida, también en 2024, una edición de las canciones de la compositora originaria de Salinas de Oro, por iniciativa y bajo la coordinación de la propia cantante, con la complicidad de varios colaboradores, principalmente Leticia Varela, discípula y biógrafa de Zubeldía. Titulado también Soles y brumas, como los discos, este volumen contiene, además de las partituras cuidadosamente editadas, un apéndice con prolijas y detalladas notas sobre la música y los textos de las canciones.
Ahora falta que este cedé y este libro se divulguen adecuadamente, y que otras intérpretes decidan continuar la labor de Elena Rivera y acercarse a la sugestiva producción vocal de Emiliana de Zubeldía.