La ministra Yasmín Esquivel ha dicho que buscará seguir siendo ministra. De tener éxito, podría ser la próxima presidenta de la Suprema Corte, la probabilidad no es baja, no hoy. A juzgar por la experiencia reciente, eso significaría la conquista de la Corte por una expresión de influyentismo e intimidación desde el poder. Ante las dudas en la UNAM, ella, ministra, eligió de principio a fin la tenebrosidad del aplastamiento. ¿Ése es el espíritu de justicia renovada que pregona Palacio Nacional? No se tentó el corazón para oprimir a Édgar Ulises Báez, el vulnerable autor original de una tesis universitaria que, todo indicaría, ella plagió hace casi 40 años. Ni para amarrar a la UNAM con recursos abogadiles propios de las malas causas. Ni para cantar como victoria histórica la resolución de un Tribunal Colegiado que, si acaso, se replegó por carecer de quejoso. Ella y los suyos deben saber que la conclusión del Comité de Ética de la UNAM es que la tesis fue un fraude. Pero navega airosa con las velas complotistas de la 4T: he sido difamada con infundios, el tiempo y las sentencias me han dado la razón. Así es que, de no ocurrir algo realmente extraordinario, estará en las boletas en junio. Ministra presidenta Yasmín. Una historia de éxito.