Celia Esperanza Ramos / CONECTA ARIZONA
Joel Cerón, un inmigrante mexicano en Phoenix, Arizona, llevaba dos décadas acostumbrado a comunicarse con sus padres a través de una pantalla o por llamadas telefónicas. Desde que llegó a Estados Unidos, procedente de Cardonal, Hidalgo, las barreras legales le habían impedido regresar a México, y sus padres tampoco tenían posibilidad de obtener un permiso para visitarlo.
Pero esta Navidad todo cambió.
Gracias a la organización Hidalgo Sin Fronteras, dedicada a reunir familias separadas por la frontera, Joel pudo ver finalmente a su padre cara a cara, abrazándolo por primera vez en 20 años, sin una pantalla de por medio. “Lloré porque son muchos años, muchos años de no verlo… Y pues yo recuerdo, los últimos años allá, pues él estaba fuerte. Caminaba bien. Y ahorita, pues lo veo ya un poquito débil y no es igual, pero contento de que él esté aquí conmigo”.
El programa que hizo posible este encuentro, fundado en 2018, tiene un objetivo claro: facilitar el proceso para que adultos mayores puedan obtener visas de turista y visitar a sus hijos o familiares en Estados Unidos, independientemente del estatus migratorio de los familiares en Estados Unidos. Estas visas, además, les abren la posibilidad de realizar más viajes en el futuro.
Mary Trejo, su fundadora y directora, inició con familias originarias de Hidalgo. Hoy, su trabajo abarca varias regiones de México, organiza cuatro reencuentros al año y, en marzo de 2024, incluyó a su primer grupo de Guatemala. “Hemos ayudado a más de 600 adultos mayores de México entre 2019 y 2024. Tuvimos nuestro primer grupo de 28 adultos mayores de Guatemala en marzo de 2024. Esperamos poder abrir el programa con El Salvador muy pronto”.
Participar en el programa es relativamente sencillo: los solicitantes deben tener 58 años o más, presentar un pasaporte vigente, CURP, credencial de elector y acta de nacimiento. Pueden aplicar padres, hermanos, cuñados, tíos, primos y suegros, siempre que no hayan estado en Estados Unidos en los últimos diez años.
Para Joel, la decisión de iniciar los trámites llegó hace dos años, cuando sufrió un accidente que casi le costó la vida. Durante su recuperación, pensaba constantemente en sus padres, y fue su esposa, María Ángeles Guerrero, quien lo convenció de dar el paso. María ya había vivido un reencuentro gracias al programa. “Yo quería que él sintiera lo que yo sentí también con mis papás. Yo tenía muchos años sin verlos a ellos. No existe palabra para explicar este momento. Yo le decía: ‘Así como mis papás vienen para acá, yo también quiero que vengan tus papás. Que convivas con ellos’”.
El 16 de octubre de 2024, Antonio Cerón y su esposa acudieron a la Embajada para su entrevista. “Nos hicieron unas preguntas. Son tres preguntas, una de ellas si ya habíamos venido a Estados Unidos. Yo no, pero mi esposa sí había venido ya en 1998. Le dijimos que no la agarraron, ni la deportaron. Y después nos dijo: ‘Usted sí, aprobado’. Pero a mi esposa le dijo: ‘No, espere unos seis meses más, regrese, y ya podría darle su visa’”.
Para Mary, estos detalles son cruciales. Explica que es fundamental que los solicitantes no se auto descalifiquen y presenten su historia completa, porque, en la mayoría de los casos, las aplicaciones son aprobadas. “Solo en casos donde exista un historial con inmigración en Estados Unidos puede haber complicaciones”.
El tan esperado reencuentro tuvo lugar el 7 de diciembre de 2024. Antonio Cerón, padre de Joel, llegó en un vuelo procedente de Ciudad de México junto con un grupo de 39 adultos mayores provenientes de diversos estados de México. Aunque el viaje estaba originalmente programado para el día anterior, problemas con la aerolínea obligaron a posponerlo.
En el hogar de su hijo en Tempe, Arizona, Antonio relató su experiencia. “Ya estábamos sentados, arrancaron el avión, estaba yo bien contento con todos los otros compañeros, cuando rechinó algo. El piloto caminó por el pasillo y nos dijo: No nos vamos. Se canceló el vuelo. Una señora se levantó y le dijo: ‘Nos están esperando nuestros hijos en un salón con fiesta y cena. ¿Qué van a hacer si no llegamos?’”
Mover a 39 personas mayores, algunas en silla de ruedas o con condiciones médicas, requirió una logística cuidadosa. Finalmente, tomaron un vuelo a la mañana siguiente. Al llegar a Phoenix, Arizona, fueron trasladados en autobús hasta la casa donde se reprogramó la reunión familiar. La demora no opacó la emoción del reencuentro. Fueron recibidos con una celebración donde hijos y familiares habían viajado desde lugares como Oregón, California, Tennessee, Utah, Carolina del Norte, Texas, Misuri, Colorado y Nevada para darles la bienvenida. El señor Antonio, visiblemente emocionado, recordó aquel momento: “Pues lloré, la verdad, porque no esperaba ya verlo… Y pues quisiera no dejarlo, pero tengo que regresar. Pero ahora bien a gusto con mi hijo y con mi nuera. Sí nos comunicamos a través de teléfono, pero no es igual a que estemos como ahorita”.
Sobre el momento del reencuentro, Mary dice: “Todos son niños chiquitos llorando y abrazando a sus padres”.
La organización trabaja para garantizar que cada adulto mayor viva esta experiencia, manejando los detalles logísticos, desde el llenado de las aplicaciones hasta el acompañamiento en el proceso de la visa. Según Mary, simplificar el trámite es clave. “Por su propia cuenta, estarían en el Consulado pidiéndoles cuenta de banco, comprobantes de empleo, si tienen propiedades, algún negocio registrado. Y aquí no, nada más cuatro documentos, una aplicación y nosotros hacemos la carta de petición para el adulto mayor”.
Para el señor Antonio Cerón, esta ayuda marcó la diferencia. Sin el programa, asegura, nunca habría sido posible reencontrarse con su hijo. “Era difícil porque no contaba con documentos y venir así de mojado, pues no creo que aguantaba, que llegaba yo”.
Esa realidad, la de aceptar que quizás nunca vean a sus hijos nuevamente, es algo con lo que muchas familias han aprendido a vivir como consecuencia de emigrar al norte sin documentos. “Yo, platicando allá con mi esposa, estábamos los dos solos y dije: pues yo creo que, si un día nos pasa algo, no creo que mis hijos vayan a venir a vernos. Y a lo mejor van a venir algún día, pero ya estaríamos bajo tierra, porque muchas veces así pasa. Cuando le dije a mi esposa, se puso a llorar”.
Joel Cerón, su hijo, al escuchar a su padre, guarda el silencio de quien no puede asegurar algo distinto. Por ello, este encuentro es tan importante para estas familias.
Para Mary Trejo, por su parte, esta misión trasciende lo laboral; es personal. Cada reunión es un eco de su propia historia. “Tengo muchos años en este país. Yo no tengo documentos tampoco. Gracias a Dios, mis papás ya son residentes, pero también ellos batallaron mucho. Entonces, es donde yo alcancé a mirar que era un vacío muy grande para nosotros”.
Sin embargo, no todas las historias tienen un final feliz. Algunos adultos mayores inician el proceso demasiado tarde, cuando la salud ya no les permite completar el viaje. “De repente me llaman y me dicen, llorando, que su mami o que su papi falleció. No me queda más que sacarlos de la lista, pero yo lucho día con día para ver estos reencuentros”.
El padre de Joel, Antonio, permanecerá en Phoenix hasta el 29 de diciembre, cuando regresará a México junto con el resto del grupo, bajo el cuidado de Hidalgo Sin Fronteras. Joel espera que el próximo año su madre pueda visitarlo también. Mientras tanto, las fotografías y los videos seguirán siendo el lazo que une a su familia. “En estas fechas, toda la familia se junta en casa de mis papás: primos, hermanos, tíos. Y pues, yo extraño esos momentos”.
El costo del programa de Hidalgo Sin Fronteras es de $500 dólares, además del derecho de visa, que tiene un costo de $3,800 pesos mexicanos (aproximadamente $190 dólares). Este pago cubre parte de los gastos generados por el trámite. Para Joel, este reencuentro con su padre es un regalo invaluable. Antonio nos contó que era la primera vez que viajaba en avión, y también la primera vez en Estados Unidos.
“Luego, lo que más me gusta de esta organización es que nos tuvieron mucha paciencia porque había abuelitas en silla de ruedas. Yo les dije: yo puedo caminar todavía, pero ya, caminando a una distancia, se me cansan los pies. Me trajeron una silla de ruedas. Y entonces eso es lo que me agrada mucho: que nos tienen paciencia. Nos dicen: no se preocupe, aquí nosotros estamos como responsables”, comenta Antonio Cerón.
Para Mary Trejo, fundadora de Hidalgo Sin Fronteras, su experiencia como inmigrante sin documentos le otorga una perspectiva íntima del dolor de la separación familiar y de las dificultades que enfrentan quienes cruzan al norte en busca de una vida mejor. Esa vivencia alimenta su compromiso de ayudar a quienes, como ella, cargan con las limitaciones de un estatus migratorio incierto.
“Tenemos la oportunidad también de hacer algo para la comunidad, para nuestra gente que está igual que yo, que muchos o la mayoría cruzamos esa frontera y no podemos arreglar. Estamos en un país de oportunidades, pero no todos tenemos esa oportunidad de tener documentos legales”.