Con el ajuste fiscal previsto para el ejercicio del 2025, se ponen al descubierto las falaces elaboraciones de López Obrador, quien presumía la factibilidad de la coexistencia con las políticas macroeconómicas neoliberales.
Alberto Vizcarra Osuna
La obediencia incondicional del gobierno de Andrés Manuel López Obrador a los criterios macroeconómicos impuestos por los tenedores de la deuda y los fondos de inversión, irreductiblemente conduciría a la presente crisis presupuestal. Esto es lo que abruma al gobierno de Claudia Sheinbaum, a quien la Secretaría de Hacienda – como enclave del sector financiero- le exige un ajuste fiscal mayor que el aplicado a los inicios del gobierno de Ernesto Zedillo, en la inolvidable crisis de 1994, heredada por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Con el ajuste fiscal previsto para el ejercicio del 2025, se ponen al descubierto las falaces elaboraciones de López Obrador, quien presumía la factibilidad de la coexistencia con las políticas macroeconómicas neoliberales, siempre y cuando se eliminara la corrupción. Insistió en que los resultados de la lucha contra la corrupción generarían los fondos suficientes para permitirle al estado mantener los niveles de inversión pública que harían posible el crecimiento económico y la prestación de los servicios. Con esa visión rudimentaria, metió al gasto corriente los proyectos de infraestructura y de refinación de petróleo, que demandaban presupuestos de capital soportados en una política de crédito y no en la succión del gasto público.
López Obrador no optó por habilitar una política de crédito soberano, para evitar conflicto con el sector financiero y los tenedores de la deuda. El resultado de esto es que le deja una crisis presupuestal a Claudia Sheinbaum, peor que la que le heredó Carlos Salinas a Ernesto Zedillo. En la crisis de 1994, hubo una operación de “rescate”, coordinada por el gobierno de los Estados Unidos quien acopió 40 mil millones de dólares, entregados a México como deuda para evitar que la eventual crisis de pagos pusiera en un predicamento al sistema financiero internacional. Lo que en aquellos años fue deuda para pagar deuda, ahora se traduce en un ajuste cuyo monto de recorte – de nuevo para pagar deuda- es equivalente a 50 mil millones de dólares.
Los programas de ajuste fiscal, es decir de recortes en el ejercicio del gasto, para reducir el déficit presupuestal, son procedimientos ortodoxos señalados en los manuales de la doctrina neoliberal. Cobraron fuerza al calor de las crisis de pagos de las naciones del sur global a principios de la década de los ochenta, cuando las condicionalidades de refinanciamiento de las deudas públicas se sujetaron a estos ajustes y recortes en el presupuesto para asegurar el pago de la deuda. En aquellos años, por la severidad de tales medidas se les llegó a denominar “recortes draconianos”.
Desde entonces se documenta que tales medidas, no caminan a favor del crecimiento económico, más bien retroalimentan el decrecimiento, en tanto que el gasto público deja de operar como factor de arrastre de la economía en general. Son políticas que terminan por sumarse a la inercia de la crisis y mantienen un círculo vicioso de estancamiento y ajuste; remedios que resultan peor que la enfermedad.
Hay quienes dicen que el ajuste es moderado, y puede serlo si se compara con los recortes ejercidos por el gobierno de Milei en Argentina (30 por ciento) quien lo presume como “el más grandes de la historia de la humanidad”; pero si se coteja con el recorte aplicado por Brasil (1 por ciento), el de México (15 por ciento) pueden ser considerado draconiano. El problema mayor es que ya se le trazó la ruta de la mitad de sexenio a la presidencia de Sheinbaum, con una política de recortes presupuestales que se propone acumular una suma de 100 mil millones de dólares para el 2027, con el propósito de aproximarse a un déficit cero. Todo normado para asegurar el cumplimiento a los servicios de la deuda, que ya se come el 15 por ciento del presupuesto, y lograr la palomita de las calificadoras que controlan los insaciables fondos de inversión.
En el recorte se observa el retiro de subsidios, la reducción drástica en gastos de capital y aparece como compromiso ineludible el pago del costo financiero de la deuda. En esa jerarquización se consideran factibles los recortes a la salud, lo cual comprende atención directa, construcción de hospitales y lo relacionado con medicina especializada; así como a la educación, la investigación y a la infraestructura relacionada con la gestión de agua, transporte y energía.
Cuando México entró en estos esquemas de ajuste, a los inicios del gobierno de Miguel de la Madrid (1982), se acuñó la frase que pretendía justificar los golpes a la economía y a la población: “medidas dolorosas pero necesarias”. Y en este esquema el que más ha sufrido es el campo mexicano. Como suelen decir los campesinos, en tiempos de crisis “al perro más flaco se le cargan las pulgas”.
Sobre el campo mexicano se ha dejado caer con más fuerza y frivolidad el abandono para darle cumplimiento a los requerimientos de la deuda pública. Durante décadas el campo ha padecido un estancamiento en las disposiciones presupuestales, pero en los últimos años, en términos reales, los presupuestos han caído. No obstante las afectaciones tremendas de la sequía sobre las zonas de riego del país y la descapitalización acumulada de los productores, el gobierno ha decidido no modificar la política de recortes para el sector. No se atendió la emergencia que ha dejado a más de un millón de hectáreas sin sembrar en el presente ciclo otoño invierno, y que afecta a las principales zonas graneleras del país, lo cual redundará en una caída vertical de la producción de trigo, maíz, frijol y sorgo.
Estimaciones gruesas, ofrecidas por los mismos productores, acusan que se dejarán de cosechar un millón de toneladas de sorgo, un millón de toneladas de maíz amarillo, cuatro millones de toneladas de maíz blanco, dos millones de toneladas de trigo y más de 200 mil toneladas de frijol, solo considerando a las regiones de Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas. Obviamente que las caídas en la producción son mayores si se incorporan otras regiones también afectadas por la sequía y por una política de precios que se dicta en los mercados especulativos internacionales.
Mal empieza el gobierno de Sheinbaum, al aceptar este brutal paquete de recortes y sujetarse a una política que deja a su gobierno y a la gran mayoría de los mexicanos sin futuro.
Desde el Valle del Yaqui, Ciudad Obregón, Sonora 5 de diciembre de 2024