La salida de Univisión de este referente de la comunidad latina marca el fin de una era en el periodismo hispano en EE UU. La despedida llega en mitad de una crisis de identidad de la cadena, entre críticas por su acercamiento a Trump
Iker Seisdedos
No siempre está tan claro cuándo empieza o cuándo termina una era como lo estuvo este viernes por la noche en los estudios de Univisión en Doral, a las afueras de Miami. La treintena de personas que ―entre reporteros, secretarias, técnicos de luces, grafistas, informáticos, productores, familiares y amigos― se reunieron a las 18.30 en la redacción para asistir en directo al último noticiero de Jorge Ramos fueron testigos, junto a millones de telespectadores en sus casas, del final de una época en la cadena y en el periodismo latino –y el periodismo a secas– en Estados Unidos. El presentador y reportero hispano más influyente de las últimas décadas se despidió después de 38 años de (casi) nunca faltar a la cita diaria con la información.
Han sido unos “ocho mil noticieros en total”, según sus cálculos. El viaje que empezó con un joven periodista de 28 años, recién emigrado de México y alistado para un trabajo que pensó que iba a durar “unas pocas semanas”, terminó este viernes, a los 66 años, después de que hace meses la cadena y el presentador anunciaran que no renovarían el contrato que les unía. Aunque el contrato importante sea, en realidad, el de la comunidad latina con Ramos, que ha sido durante este tiempo un rostro, a la vez riguroso y familiar, del que fiarse; un defensor de sus intereses; y esa presencia que acompañó a muchos de ellos desde sus primeros balbuceos como migrantes en un país nuevo, cuando aún no sabían inglés, hasta la realidad, intergeneracional y bilingüe, de millones de familias de hispanos en Estados Unidos.
“Todos estos años hemos sido su voz. Si no lo somos nosotros, ¿quién lo va a ser? Yo he sido migrante, no me olvido, y como migrante siempre he defendido que los demás tengan las mismas oportunidades que yo tuve”, advirtió el hombre del día en una conversación con EL PAÍS previa a la grabación de su último programa, de pie en el plató al que ya no volverá. Quiso que la jornada de su despedida fuese “completamente normal”, pero no resultó posible. Sí, se celebró la reunión de costumbre con el equipo para hablar de los temas del informativo a las 15.00. El guion estuvo listo y volcado en el teleprompter al filo de la emisión. Y sí, el noticiario empezó, como siempre, en punto, con una audiencia de compañeros que se agolpaba tras las cámaras, algunos presentes pese a estar en su día libre, y muchos de ellos con los ojos llorosos.
Media hora antes, Ramos e Ilia Calderón, la periodista junto la que aquel ha presentado el noticiero durante los últimos siete años, habían grabado la despedida del primero, que escuchó emocionado el homenaje que su compañera le había preparado, un repaso a cuatro décadas de “preguntas incómodas a los poderosos” y de “dar la voz a los que no la tienen”.
“No será tan fácil como parece”, dijo Ramos al principio del informativo, refiriéndose a las promesas de Donald Trump de bajar los precios de los alimentos. En el transcurso del noticiero, los presentadores denunciaron la intención de Robert F. Kennedy, elegido por el presidente electo para dirigir la sanidad estadounidense, de ponerle trabas a la vacuna de la polio, recordaron que el Río Grande es “una tumba para migrantes” y se detuvieron en la historia más extraña de la semana: los drones que misteriosamente sobrevuelan la noche de Nueva Jersey. Aunque, siendo justos, la noticia del día la había dado el mismo Ramos antes, contradiciendo esa máxima del oficio que dice que el periodista nunca las protagoniza. Fue cuando dijo: “Y después de 38 años, este es mi último noticiero”.
Cuando se hubo emitido el mensaje de despedida en las pantallas de la redacción, Ramos abrazó a Calderón y caminó en mitad de una ovación hasta una plataforma en la que los presentes lo esperaban dibujando un semicírculo. Fue directo a su familia, sus hijos Nicolás y Carlota, y su pareja, Chiquinquirá Delgado. Había preparado un discurso, y logró lo que se había propuesto: “no llorar”. Habló de su otra familia, la profesional, y de los aniversarios y las vacaciones compartidas con sus compañeros y robadas a la vida personal. Dijo que “el periodismo no es un oficio para silenciosos” y agradeció las muestras de cariño de los últimos días. “Si es verdad que los abrazos alargan la vida, la mía durará cien años”, agregó, antes de sacar la petaca del micrófono del bolsillo y entregarla a los técnicos por última vez.
Antes, durante un paseo por la moderna redacción de Univisión y durante una conversación interrumpida por los que venían a despedirse y a desearle suerte, el periodista definió lo que sentía como una mezcla de “nostalgia y tristeza, e inquietud por lo que viene”, y recordó que cuando llegó a Estados Unidos los latinos solo eran 15 millones. “Ahora somos 65″. “Esto”, añadió abarcando con un gesto el enorme espacio de producción de noticias, “ha ido creciendo con ese crecimiento; es su expresión, como lo es también del poder latino, una ola que he tenido la suerte de surfear”.
Ola de despidos
El ánimo en la redacción fue durante la jornada un tanto sombrío. Si Ramos no quería subrayar el momento fue, por una parte, por su fidelidad al estilo alérgico a la solemnidad que suele distinguir los buenos reporteros, y, por otra, porque no veía “mucho que celebrar”. El periodista no quiso entrar en los motivos que provocaron su salida en un negocio, el de dar las noticias, en el que la veteranía aún es un grado en Estados Unidos (Ramos suele bromear que en eso siempre tuvo cierta ventaja, porque las canas aparecieron pronto), e insistió en que sencillamente una etapa, y un contrato, habían terminado.
Con todo, es imposible no leer su salida con el fondo de la grave crisis de identidad en la que se halla inmersa la cadena y a la luz de la figura de Ramos, siempre dispuesta a pelearle las mentiras a Trump. Los trabajadores del servicio de noticias están sufriendo desde la semana pasada una ronda de despidos. También flotaba sobre el ambiente este viernes la publicación de un reportaje de The Wall Street Journal que desvelaba que Alfonso de Angoitia y Bernardo Gómez, dos ejecutivos del gigante de la comunicación mexicano Televisa, que en 2021 se fusionó con Univisión para dar origen al conglomerado TelevisaUnivisión, viajaron a Mar-a-Lago para dejarse “agradecer personalmente” por el viejo y futuro presidente por los servicios prestados durante una campaña en la que el voto latino, tradicionalmente demócrata, se volvió más republicano que nunca: frente al 35% del apoyo hispano que Trump obtuvo en 2020, esta vez ha cosechado un 42%.
De Angoitia y Gómez presumen de una vieja buena relación con Trump, labrada a través del yerno del republicano, Jared Kushner. En un comunicado firmado por ambos y enviado al diario neoyorquino, defendieron que con aquella excursión a Mar-a-Lago no se trataba tanto de poner la cadena al servicio del nuevo presidente, sino de aceptar una “invitación”. “[Trump] Expresó su agradecimiento por nuestra cobertura informativa neutral y equilibrada durante las pasadas elecciones”, añadieron. No deja de ser irónico que Ramos emigrara de joven de México para evitarse la censura de la Televisa de entonces. A la pregunta de por qué había grabado el mensaje de despedida, el presentador respondió. “Hay días en los que no quieres que algo salga mal, o equivocarte. Y hoy era uno de esos días”.
Daniel Coronell, presidente de Univisión Noticias, abundó en la idea de la cobertura equilibrada este viernes, “un día de mucha nostalgia”, dijo, “por decir adiós a “un gran amigo”, que, “más allá de sus virtudes periodísticas siempre ha sido sumamente solidario con todo el mundo”. “El propósito de los dueños”, afirmó Coronell en una entrevista celebrada en su despacho, “es totalmente compatible con la línea editorial: llevarla [a la cadena] al centro. Eso se traduce en que no vamos a tener ninguna predilección por nadie. Durante muchos años fueron los demócratas, por lo menos retóricamente, los que más se interesaron por los hispanos. Las últimas elecciones nos han mostrado que eso está cambiando”. Sobre los despidos, Coronell aclaró: “Es [un momento] muy difícil, pero también un trago necesario. Hay un cambio en la industria y ese cambio gigantesco. Los modos de consumo están mutando, y necesitamos redimensionarnos. Esto a lo mejor ya no es sostenible”, sentenció.
Uno de los puntos álgidos de la actual crisis en Univisión llegó con una entrevista a Trump en noviembre de 2023. Ramos, que ha ha hablado con todos los inquilinos de la Casa Blanca de su tiempo (con Barack Obama, hasta en cinco ocasiones), parecía la opción lógica para ese encargo, pero mandaron a un periodista de Televisa desde México, Enrique Acevedo. La entrevista recibió críticas desde medios como The Washington Post por su benevolencia con el entrevistado.
A los pocos días de aquello, se produjo la salida de otro presentadores emblemático de la cadena, el también mexicano León Krauze. En un mensaje de texto enviado el jueves, Krauze, que trabajó en Univisión durante década y media y es columnista del Post, escribió: “Jorge ha dicho que su mayor ejemplo a seguir ha sido [la periodista italiana] Oriana Fallaci. Como presentador, reportero y, sobre todo, como entrevistador ha estado a la altura de ese ejemplo. Su nombre merece estar en el mismo sitio que ocupan [Walter] Cronkite, [Edward] Murrow, [Dan] Rather y otros grandes del periodismo televisivo en Estados Unidos, más allá del idioma”.
Ramos advirtió por su parte de que piensa seguir plantando cara a Trump, como ha hecho desde que el magnate inmobiliario irrumpió en escena hace nueve años en numerosas ocasiones, pero sobre todo en una: cuando el entonces candidato lo acabó echando de una conferencia de prensa en 2016 al grito de “Go back to Univision” (vuélvete a Univisión). A ese incidente siguieron cuatro años de enfrentamiento abierto entre ambos. “Se avecinan los tiempos más difíciles para la comunidad latina desde que llegués a este país. Solo se puede comparar”, considera Ramos, “a lo que sucedió en 1954 con la Operación Wetback (espalda mojada), cuando deportaron a un millón de personas. Lo que Trump promete ahora es mucho peor. Y si una cosa he aprendido es a tomarme en serio sus amenazas”, añadió, en referencia a las deportaciones masivas que el presidente electo asegura que pondrá en práctica en su primer día en el Despacho Oval.
En el mismo momento en el que se despidió, Ramos ―que se define como un creyente en la objetividad, pero no tanto en la neutralidad, o no, al menos, “desde la llegada de un político tan mentiroso como Trump”― probó que piensa seguir en la pelea con la publicación, a las 19:00 en punto, de su primer texto en Substack, una plataforma en la que el presentador pasa a engordar la ilustre lista de periodistas y líderes de opinión (de Seymour Hersh a Rather, y de la historiadora Heather Cox Richardson a la leyenda del baloncesto Kareem Abdul-Jabbar) desencantados con los medios tradicionales y atraídos por una herramienta en la que pueden establecer un contacto directo con sus lectores que, en el mejor de los casos, se convierten en suscriptores de la marca que representan. Sobre lo que vendrá después, el locutor mexicano no puede avanzar de momento nada más. “Un periodista no se retira”, dijo varias veces a lo largo del día. “Y a mí, me queda otra vuelta”.
El texto de Substack es un emocionante adiós dedicado a su familia (“por todo el tiempo que les robé durante mis coberturas periodísticas y que ya no se puede recuperar” escribe), en el que se acuerda de las copresentadoras que ha tenido a lo largo de los años: Teresa Rodríguez, Andrea Kutyas, María Elena Salinas y Calderón.
“Los noticieros tradicionales están, como alguna vez los dinosaurios, en peligro de extinción”, dijo este viernes antes del noticiero en el plató del que se despedía. ”Nadie espera a la tarde o a la noche para ver por televisión las noticias que puedes encontrar en tu celular al despertarte. Por eso, ya no tiene sentido la figura del anchor [que es como se conoce a los locutores de noticias en Estados Unidos]. Anchor en español es ‘ancla’, y ya no tiene lógica ser inamovible. Hay que comportarse como un surfista, e ir a buscar a la audiencia allá donde está”. En su carta, Ramos también recuerda un reciente estudio de Unesco que fija en un 62% los influencers “que no comprueban las noticias que dan. “Los periodistas tenemos esa gran oportunidad de seguir basándonos en hechos y en datos. Lo único que tenemos es la credibilidad. Si no te creen, de nada sirve lo que haces”. Esos influencers son los que han conquistado en los últimos años a los hijos y los nietos de los migrantes que se establecieron en este país viéndole a él dar las noticias.
A partir del lunes, ese reto será cosa de Calderón, que, como recuerda Ramos, no solo se convertirá en “la primera afrolatina en Estados Unidos en tener esa responsabilidad en inglés o en español”, sino que será también la primera en dar las noticias en solitario en Univisión. “Desde nuestro primer noticiero juntos, tenemos una palabra que nos hemos dicho siempre: ‘Seguimos’. Eso es lo que tenemos que hacer: seguir, y mantener en enorme legado de Jorge, que supo hacer sentir a los hispanos que tenían un sitio en la mesa de Estados Unidos”, explicó este viernes Calderón, que no pudo contener la emoción en la despedida.
Enfrente, como siempre también, la presentadora tendrá a Telemundo, la otra gran cadena latina en Estados Unidos. Ambas rivalizan en audiencia, aunque en la parte de las noticias, Univisión ha dominado tradicionalmente a una distancia que se ha ido recortando. Julio Vaqueiro, presentador del noticiero de la competencia contó este viernes en una conversación telefónica que Ramos “es un referente tanto en inglés como en español”. “Cada uno desde nuestra trinchera tenemos que honrar su legado. Competir todos los días con él me ha hecho mejor”.
Este viernes, aquel muchacho de 28 años que el 3 de noviembre de 1986 contó las pasó canutas con el teleprompter para dar las noticias, se despidió de sus compañeros recurriendo a “algo que dicen los colombianos”, una de tantas tonalidades del español que enriquecen la torre de Babel latinoamericana que es Miami. “Me gusta”, les dijo, “cómo emplean la palabra ‘toca”. “Me ha tocado cumplir con lo que tocaba, y ahora les toca a ustedes”.