Desde el Golfo de California, Pamela Martínez relata los retos de salvar a la vaquita marina, especie en peligro extremo
Aura García
Pamela Martínez-Loustalot, capitalina de nacimiento, siempre tuvo sus ojos puestos en el mar. Ella afirma que, aunque suene a cliché, nació “ensimismada” con la idea del agua salada y las ballenas. Desde pequeña supo que quería ser bióloga marina, aunque veía esa meta lejana en medio del concreto y los rascacielos de la Ciudad de México.
Estudió la licenciatura en Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Un camino la llevó a otro hasta ser admitida en el posgrado del Programa de Investigación de Mamíferos Marinos de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, donde lleva ya 14 años.
Es doctora en Ciencias Marinas y Costeras, especializada en ballena jorobada. Su trayectoria le permitió unirse al selecto grupo de investigadores que participaron en el Crucero de Observación de la vaquita marina el pasado marzo, siendo la única mujer mexicana a bordo de esta expedición.
El Crucero de Observación, liderado por Sea Shepherd y autoridades ambientales, incluyó un equipo de genética y capacitó a 17 jóvenes de San Felipe como observadores marinos.
Este año, por primera vez, se integró un equipo de genética para rastrear características de la especie y sumarse a los esfuerzos de conservación.
Además, se convocó a 17 jóvenes, hijos e hijas de pescadores de San Felipe, Baja California, quienes iniciaron su capacitación como observadores marinos, aprendiendo de Pamela Martínez y otros investigadores.
La embarcación de Sea Shepherd, organización internacional dedicada a proteger a la vaquita marina.
En sus palabras
La-Lista platicó con Pamela para entender la importancia de observar a esta especie, recrear un avistamiento y conocer más sobre este mamífero en peligro de extinción, que en 1997 contaba con más de 500 ejemplares, y hoy oscila entre seis y ocho, debido a la pesca ilegal de totoaba, donde las vaquitas son capturadas incidentalmente.
¿Cómo describirías a la vaquita marina a quienes no conocen sobre ella?
Es un animalito sumamente nervioso, pero increíblemente bonito. Una vaquita marina es chiquitita comparada con otras especies marinas, ya que no mide más de 1.20 metros. Es escurridiza, muy rápida y asustadiza, con una forma especial de nadar, como si hiciera olas cortitas. Tiene una aleta dorsal que parece muy alta para su tamaño, y muchas personas las confunden con delfines.
¿Qué hace una observadora de vaquita marina?
Monitoreamos la presencia de ejemplares en el Golfo de California con binoculares llamados big eyes. Los observadores se dividen en dos barcos. Uno, más grande, pertenece a Sea Shepherd Conservation y cuenta con lentes fijas que alcanzan hasta 10 kilómetros de distancia. Yo viajé este año en el barco pequeño, donde usamos binoculares de mano que cubren hasta 4 kilómetros, pero son igual de efectivos. Hacemos turnos de observación de una hora y reportamos las coordenadas si detectamos una vaquita, para que el equipo pueda documentarla.
¿Qué habilidades se requieren para esta labor?
Se requiere mucha concentración y estabilidad. Es un trabajo físico y mentalmente demandante. No puedes distraerte ni un segundo porque podrías perder algo invaluable. La investigación de cetáceos demanda paciencia, algo que aprendí con los años. Pasas tiempo esperando: “¿Cuándo aparecerá la ballena, el delfín o la vaquita?” Pero al final, saber que habrá una recompensa hace que valga la pena.
¿En el Crucero por la vaquita marina también hay recompensas?
Con las vaquitas es más complicado porque no son fáciles de avistar como otras especies. Sin embargo, este crucero fue especial porque detecté no a una, ni a dos, sino a cuatro ejemplares nadando juntos. Fue emocionante, grité, lloré.
¿Cómo fue ese momento?
Después de 18 días en altamar, nuestro barco, La sirena de la noche, fue alertado sobre vaquitas en una ubicación. Nos acercamos buscando por todos lados. Al principio, nos dijeron que eran dos, pero al observarlas con los lentes, descubrí que eran cuatro. Fue increíble.
¿Qué pasa después? ¿Cuál es el protocolo?
Cuando detectamos un ejemplar, se notifica al otro barco. Lanzan drones y una panga (lancha) para recolectar ADN ambiental del agua. Todo ocurre rápidamente, como una orquesta sincronizada. Un avistamiento no dura mucho; termina cuando obtenemos fotos claras.
¿Cómo saben dónde buscar?
Hay una zona de máxima protección donde está prohibida la pesca. En esa área, un equipo instala hidrófonos que flotan para captar sonidos de vaquitas. Los datos acústicos se analizan por la noche, y al día siguiente los barcos navegan hacia esas coordenadas.
¿Cómo se calcula la cantidad de ejemplares vivos?
Se hacen aproximaciones estadísticas considerando los avistamientos, detecciones acústicas, clima y oleaje.
Este año, la cifra estimada se redujo a un solo dígito, entre 6 y 8 ejemplares.
¿Hay esperanza para la vaquita marina?
Sí. Aunque la tendencia es negativa, el esfuerzo de conservación sigue. Este año vimos un “añero” (cría de un año), lo que demuestra que aún hay reproducción.
¿Qué pasaría si desapareciera?
La vaquita marina regula las poblaciones de peces y crustáceos, manteniendo el equilibrio del ecosistema. Su extinción provocaría desregulación, afectando otras especies. Además, es un orgullo nacional al ser endémica del Alto Golfo de California. Su conservación no es solo por México, sino por el mundo entero.
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