Dos meses, ninguna declaración, cero fotos, ni un post. Sí, lo menos chinchoso para él debe ser reposar, cavilar e irse apagando en una finca. Quizá no le interese enterarse de lo que pasa afuera, las secuelas de su deserción de la obligación de darle seguridad y algo de paz a los mexicanos, sobre todo a los pobres. El Operativo Enjambre, diseñado por Omar García Harfuch, es también un primer testimonio de lo que no se quiso hacer en el sexenio. Múltiples trabajos y testimonios dieron cuenta del desenfreno con que la franquicia de la Familia Michoacana se seguía expandiendo en el sur y oeste del Estado de México. Crónicas devastadoras, la precisión con que se describía a los líderes, los hermanos Hurtado Olascoaga, era difícil de controvertir, y sin embargo poco o nada se hacía. Desde la cárcel, la alcaldesa de uno de esos sitios, Amanalco, confirma que los criminales controlaban el presupuesto de la alcaldía, se repartían cargos, cobraban cuotas, decidían qué obras se hacían o no, e incluso dirimían pleitos entre los funcionarios oprimidos, conquistados. Todo sería para ellos, dinero, hombres, mujeres, en esos tiempos en que Palacio Nacional cantaba que el pueblo estaba feliz.