La idea de utilizar las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para frenar a los cárteles mexicanos ha cobrado fuerza entre los nuevos republicanos afines a Trump. No hay que descartarlo como una locura más del imperio.
Hace varios años estaba en Estados Unidos. Comencé a platicar con la persona a mi lado, un estadunidense que había servido en las Fuerzas Armadas. Me preguntó sobre el tema del narcotráfico en nuestro país. En algún momento argumentó algo que me dejó frío: que los soldados de su país debían intervenir directamente en territorio mexicano para atacar a los cárteles y terminar con ellos.
La idea, desde luego, me pareció ridícula.
Traté de explicarle que no hay manera de que Rambo acabe con este problema. Los narcos no son un ejército formal uniformado, sino un grupo de criminales metidos en la sociedad. Le dije que, cuando hay demanda por algo prohibido, siempre aparecerá la oferta. Ergo, los que tenían que arreglar el problema eran ellos mismos, los estadunidenses, con su gran apetito por los estupefacientes.
No le gustó mi respuesta. Él estaba convencido de que México podía parar el narcotráfico. Si no lo hacía era por la colusión de los delincuentes con las autoridades. Lo que quedaba era invadir al vecino del sur para terminar con el trasiego de drogas.
En ese entonces lo tomé como la opinión del típico estadunidense que piensa que sus poderosas Fuerzas Armadas pueden solucionar todos los problemas del mundo mundial.
Pero esta idea comenzó a ganar adeptos en Estados Unidos. La cadena conservadora Fox News, la favorita de Trump, empezó a replicar esta opinión. Había que mandar a los marines a México a limpiarlo de narcotraficantes. Hoy, muchos de nuestros vecinos piensan en la conveniencia de enviar a boinas verdes a Sinaloa apoyados por drones y misiles teledirigidos.
El propio Presidente electo, fanático de Fox News, ya tiene esta idea en la mente.
Por supuesto que están equivocados.
El tráfico que más le preocupa a Estados Unidos, y vaya que tienen razones para hacerlo, es el del fentanilo, droga ilícita que está matando entre 70 y cien mil estadunidenses al año, según la fuente que se utilice.
Es una barbaridad.
Resulta patético observar en cualquier ciudad americana al ejército de zombis que deambulan sin destino. El problema es, sin duda, real. Pero, además, las víctimas suelen ser blancas y, como sabemos, en ese país el escándalo es una cosa cuando se trata de éstos a diferencia de los hispanos y negros.
El fentanilo es una droga poderosísima. Se necesita una dosis muy pequeña para tener un viaje, según dicen los adictos, de felicidad pura. Sin embargo, unos pocos miligramos más producen sobredosis que llevan a la muerte.
Esta droga sintética se vende en pequeñas pastillas. Un kilogramo contiene 50 mil dosis. En una pequeña mochila se pueden introducir miles de ellas, por lo que resulta muy sencillo su trasiego por una frontera tan porosa donde pasan miles de automóviles, camiones y personas cada día. De acuerdo con la autoridad aduanal de allá, el promedio de peso de fentanilo que se confisca en la frontera es de tan sólo 1.2 kilogramos. Un quinto de los decomisos es de peatones.
El gobierno de Estados Unidos tiene una larga tradición de tratar de resolver el problema de las drogas a través de la interdicción, es decir, evitar que las sustancias ilegales lleguen a ese país. Detenerlas en la frontera con México. La política, obvio, ha sido un fracaso. Según la agencia Reuters, citando fuentes gubernamentales de EU, la interdicción detiene entre el 5 y el 10% del total de los estupefacientes que cruzan la frontera.
La idea de utilizar las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para frenar a los cárteles mexicanos ha cobrado fuerza entre los nuevos republicanos afines a Trump. No hay que descartarlo como una locura más del imperio. Son capaces de llevarlo a cabo, lo cual tendría consecuencias nefastas para México. Sería un enorme batidillo la invasión de soldados de aquel país en el nuestro. Y, además, para nada, porque no resolverían el problema.
Un problema, vale la pena recordarlo, que generaron las grandes farmacéuticas al promover la adicción a los opioides como el Oxycontin y el Vicodin. Cuando los reguladores de EU finalmente les pusieron un límite, los adictos se cambiaron a drogas ilegales, primero heroína y luego el fentanilo, productos que han aprovechado los cárteles mexicanos para ganar mucho dinero.
Vamos a decir que la razón impera y Estados Unidos no invade a México para resolver el problema de las drogas. Sin embargo, demandarán que nosotros hagamos algo para solucionarlo. Con la pena, pero siendo un negocio de tan poco volumen a contrabandear, pero muy rentable, no hay poder humano que pueda impedir su tráfico ilegal. Lo que queda es combatir las adicciones con programas de salud y educación públicas, cosa que no quieren hacer los estadunidenses porque siempre es más fácil echarle la culpa y cargarles la responsabilidad a los mexicanos.