Astrid Arellano / MONGOBAY LATAM
- Los pescadores de la comunidad de Topón, en Chiapas, al sur de México, dependen de los camarones que un estuario les provee. En la última década, la sobrepesca, la contaminación, el cambio climático y la deforestación volvieron esas aguas cada vez más inhóspitas, por lo que la producción se desplomó.
- Desde hace cinco años, los pescadores tomaron acciones decisivas para recuperar la salud del estuario. En colaboración con el gobierno de México y la organización Conservación Internacional, iniciaron un proyecto que no sólo fortaleció la pesca de manera sostenible, sino que apostó por la conservación de una especie temida por los habitantes, pero clave para sostener al ecosistema: el cocodrilo de río.
La luz de las linternas escudriñando el manglar hace brillar destellos rojizos en el agua. Son los ojos de los cocodrilos. Huidizos, en plena noche silenciosa y sin luna, los grandes animales se esconden entre los árboles dando coletazos que suenan estridentes. A escasos metros de los cayucos, las pequeñas balsas artesanales que los pescadores usan para trabajar en el estuario, ese sonido eriza la piel.
“Antes les teníamos miedo, nomás de verlos”, dice Daniel Velázquez. “Ahora no, porque nos hemos acercado… y hemos convivido con ellos”, agrega el pescador y guardaparque comunitario, mientras rema su embarcación. El recorrido nocturno es en la Reserva de la Biosfera La Encrucijada, en Chiapas, al sur de México y cerca de la frontera con Guatemala. El grupo se adentra en el sitio que conocen como la pampa, una zona de pesca artesanal de camarón que los pescadores de la comunidad de Topón, en el municipio de Pijijiapan, se han encargado de rehabilitar y proteger.
En ese estuario, ubicado donde el río Pijijiapan fluye hasta encontrarse con el océano Pacífico, el agua salobre sostiene la vida de numerosas especies importantes no sólo para la pesca, sino para mantener la salud de todo el ecosistema. En la última década, una drástica caída en la productividad pesquera del sitio alarmó a los pescadores. Los camarones de los que dependía su economía, estaban desapareciendo. Se lo atribuyeron a la sobrepesca, la contaminación, al cambio climático y a la deforestación río arriba.
A su vez, esto provocó en la comunidad la proliferación de actividades como la ganadería extensiva, la tala ilegal del manglar y la siembra de grandes extensiones de palma aceitera. Para un centenar de pescadores, agrupados en la cooperativa Agostaderos de Topón, reconocer que todo lo que habita en ese ecosistema es importante y está interconectado, fue la clave para defenderlo, recuperar su salud y cambiar su historia.
El cocodrilo americano o de río (Crocodylus acutus), temido en Topón e incluso considerado una plaga en el pasado, se convirtió en un curioso aliado en el proceso. Los pescadores entendieron que estos animales eran importantes para sostener la vida del estuario y que, si querían recuperar la pesquería de camarones, tenían que cuidar a los cocodrilos también.
Conforme avanzan por los estrechos canales del estuario, entre los altos manglares donde descansan cientos de garzas, los pescadores —acompañados por Mongabay Latam, así como por expertos de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y de la organización Conservación Internacional México—, van contando cocodrilos: uno, dos, tres… ocho.
Las lluvias del huracán “John” —degradado a tormenta tropical antes de tocar tierra en Chiapas, a mediados de septiembre del 2024—, dejaron el nivel del agua más alto de lo habitual, por lo que son pocos los cocodrilos que se dejan ver. Se esconden con agilidad para no dejarse capturar, ni ser identificados, pesados o medidos, tareas que los pescadores, tras cinco años de experiencia en el monitoreo biológico en compañía de los especialistas de Conanp, ahora están capacitados para hacer.
“Hemos aprendido sobre el manejo de cámaras trampa para el monitoreo de cocodrilo, a vigilar los manglares para que no haya saqueo de madera ni incendios, también a ver con otros ojos a toda la fauna que hay aquí”, dice Velázquez. “Había gente que venía de Guatemala a cazar cocodrilos, porque allá son un producto muy bien pagado. Ahora se cuidan y paró esa mortandad. Podría decirse que nuestra área de pesca es un santuario de cocodrilos”.
“Lo más importante es la biodiversidad”
La Reserva de la Biosfera La Encrucijada está compuesta por lagunas costeras, pantanos, marismas, esteros y canales. Tiene 144 868 hectáreas y, según el Servicio de Información sobre Sitios Ramsar, es la única área que protege los ecosistemas, fauna y flora de los humedales costeros en Chiapas. El sitio es hogar de una gran variedad de fauna amenazada, endémica, rara o en peligro de extinción, como el jaguar (Panthera onca). Aquí se han reportado 183 especies de aves, pero también es un hábitat temporal y estacional para numerosas especies migratorias provenientes de Estados Unidos y Canadá.
Adonde quiera que se voltee, son precisamente las aves quienes se roban las miradas. Es sorprendente cómo, en el mismo momento, se puede observar a un águila pescadora (Pandion haliaetus), perchada en lo más alto mientras devora un pescado; más allá, a un par de martín pescador de collar (Megaceryle torquata) —el más grande de América— siguiéndose en un zumbido; y en las ramas más bajas de los manglares, a los polluelos de garza tigre mexicana (Tigrisoma mexicanum) asomándose de su nido.
Los manglares más altos de todo México también se encuentran en esta reserva.Alcanzan hasta 35 metros de altura y están compuestos por cuatro especies distintas: mangle rojo (Rizophora mangle), mangle negro (Avicennia germinans), mangle blanco (Laguncularia racemosa) y mangle botoncillo (Conocarpus erectus).
En un fragmento pequeño de este biodiverso territorio es donde sucede la pesquería artesanal de la cooperativa pesquera Agostaderos de Topón y en donde conviven con cocodrilos y caimanes (Caiman crocodilus).
“Nosotros tenemos, por parte del gobierno federal, una concesión con una superficie de 1082 hectáreas”, explica Mario Becerra, asesor y socio fundador de la cooperativa con más de 30 años de historia. “De ese total, sólo usamos 150 hectáreas para el proyecto pesquero, que es la parte económica. Todo lo demás —que son más de 900 hectáreas— lo dedicamos a la conservación”. Para los pescadores, dice Becerra, este ecosistema tiene un amplio significado. “Si hablamos nada más de economía, nos quedamos cortos; aquí lo más importante es la biodiversidad”, afirma.
Conservar los cocodrilos para tener camarones
Un gran mural adorna la entrada de la Casa de la Cooperativa Agostaderos de Topón. Sus elementos, enmarcados entre los manglares, muestran la vida de la comunidad. En la parte superior, aparece una mujer cocinando, un hombre sembrando la milpa y otro, en la pampa, lanzando una atarraya desde su cayuco. Llaman la atención los animales plasmados más abajo: varias garzas, un jaguar, un mapache, un par de pijijes con sus crías —Dendrocygna autumnalis, la especie de pato emblemática del municipio de Pijijiapan— y, al centro, un gran cocodrilo de río.
Este sitio es el centro de reuniones para la toma de decisiones de los pescadores, para capacitarse y en donde también, recientemente, han fundado una planta de procesamiento de camarón, próxima a inaugurarse, y que será manejada por las mujeres de la comunidad.
“¡Ahí viene el hombre lagarto!”, bromea uno de los pescadores, previo a un recorrido por el estuario, al llegar el biólogo Edgar Sarmiento Marina, experto en cocodrilos y caimanes. Junto a él y a la ingeniera Guadalupe de la Cruz, experta en producción de alimentos pesqueros y sustentabilidad, han aprendido a monitorear y apreciar a estas especies en la Reserva de la Biosfera La Encrucijada, donde ambos especialistas son técnicos de la Conanp.
“La propia experiencia de los pescadores les ha mostrado que, donde hay lagartos, hay zonas con aguas más profundas, por tanto hay más productividad pesquera”, dice Sarmiento Marina. “Han visto que sí contribuyen y por eso también es importante que permanezcan en el sistema lagunar”, sostiene el integrante del Grupo de Especialistas en Cocodrilos de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En Topón, los cocodrilos son considerados los ingenieros hidráulicos del estuario. Sus movimientos ayudan a oxigenar el agua, evitan que los minerales y nutrientes se asienten, y crean nuevos hábitats y refugios para especies más pequeñas, como los camarones. Cuando los cocodrilos desaparecen de un área —señalan los expertos de Conservación Internacional y Conanp—, es común que los humedales también lo hagan.
“Los cocodrilos hacen canales, refugios en temporadas de sequía que salvaguardan algunos organismos pequeños —larvas de peces de escama o de camarón—, enriquecen el agua con sus movimientos, ellos proveen incluso alimentación a microorganismos, que no los ves, pero en el ecosistema se pueden reflejar”, agrega el experto.
Durante mucho tiempo, los pescadores de Topón temieron a la especie. Llegaron a matar ejemplares pensando en que estaban haciendo lo correcto, pues los veían como una potencial amenaza. Después de un proceso de educación ambiental, comprendieron que proteger a los cocodrilos del estuario era crucial para garantizar la sostenibilidad de la pesquería.
“Desde hace unos 15 años empezamos a asimilar todo lo que teníamos. Conocimos a la especie y supimos que teníamos que convivir con ella”, dice Domingo Morán, pescador y guardaparque de Topón. “De unos cuatro años para acá, fue que nos capacitamos y los cuidamos más; ahora se ve que el cocodrilo se reprodujo, porque antes se miraba muy poco”.
El estuario de Topón ahora tiene una población estable y recuperada de cocodrilos. De acuerdo con Sarmiento Marina, las evaluaciones hechas en la zona muestran un escenario favorable.
“Hemos hecho algunos recorridos para saber la densidad de animales dentro de la concesión pesquera, y hemos evaluado una población estable de todas las clases presentes: estamos hablando de crías, neonatos, juveniles, subadultos y adultos. Al estar presentes esas cinco clases, habla de que la población está estable o recuperada”, afirma el biólogo.
Además, durante las jornadas de monitoreo diurno más recientes, han detectado, por lo menos, diez nidos de cocodrilos. “Eso nos indica que hay por lo menos 10 hembras adultas anidando en la zona”, agrega Samiento Marina. “Además, con el fototrampeo, hacemos también la detección de ejemplares grandes o adultos, principalmente machos en sitios estratégicos donde sabemos que pasará fauna de acompañamiento, como el jaguar, tlacuaches, tejones, mapaches, zorra gris e incluso coyotes, además de la diversidad de aves en la zona”.
Durante un recorrido al atardecer por la pampa —con el agua plana como un gran espejo y tan silenciosa que sólo se oyen los remos de los cayucos—, se observan montículos de ramas secas que sobresalen del agua.
“Les llamamos cementerios de madera muerta”, dice Domingo Morán. Estos son parte de un proceso de limpieza del área —explica el guardaparque— en el que, además de abrir manualmente, a pico y pala, los canales que se habían cerrado con tierra por la sedimentación y que no eran aptos para la pesca, los pescadores retiraron restos de manglares que fueron deforestados durante mucho tiempo. En la zona también hay otros montículos que parecen pequeñas islas con árboles creciéndoles encima.
“Nosotros limpiamos, pero lo hicimos sin pensar en lo que íbamos a provocar: la corriente lleva las semillas de mangle a los montones de madera muerta, allí se ‘pegan’ y van haciendo nuevos arbolitos”, agrega Morán. Es decir, la limpieza permitió tres cosas a la vez: un mejor flujo de las corrientes de agua, un espacio ideal para que los pescadores puedan lanzar sus redes y que estas no se atoren entre las ramas, y un proceso de reforestación natural.
Recuperar la pesca
Aunque la cooperativa ya implementaba buenas prácticas de pesca desde hace unos 15 años, hacía falta un enfoque ecosistémico que vinculara todos los aspectos ambientales del estuario. Fue a través de la Conanp que, en el 2019, los pescadores conocieron a la organización Conservación Internacional (CI) México.
Estos actores lanzaron la iniciativa Paisajes Sostenibles, cuyo objetivo es fortalecer la conservación de la biodiversidad de importancia global en las áreas naturales protegidas, al mismo tiempo que las comunidades locales se benefician económica y socialmente.
Allí, al igual que otras comunidades de Chiapas y Oaxaca —cuya colaboración ha beneficiado a 1035 productores, pescadores y proveedores de servicios turísticos, y ha impactado en más de 5000 hectáreas de biodiversidad—, encontró cabida el proyecto de los pescadores de Topón, quienes se pusieron la meta no sólo de estabilizar la productividad de la zona y aumentar la rentabilidad de su empresa pesquera, sino de asegurar las condiciones óptimas para que el estuario recuperara su salud y así garantizar el ciclo de vida de todos los animales, incluidos los camarones y los cocodrilos.
“En Topón ven que los cocodrilos les están ayudando, entonces los protegen. Ahí es donde establecemos un acuerdo: como cooperativa, tú conservas, pero también vas a cuidar tu producto —el camarón—; y nosotros, como organizaciones, acordamos apoyarles con proyectos, con infraestructura, con talleres y capacitación”, explica Guadalupe de la Cruz. “¿Cuál será su beneficio del acuerdo de conservación? Lo económico, a través del producto objetivo, que es el camarón”.
En el proceso, esta iniciativa invitó a la academia, otras organizaciones e instituciones gubernamentales a ser parte de los esfuerzos para guiar y dar seguimiento a las actividades en Topón. Entre sus acciones, la cooperativa y Paisajes Sostenibles realizaron diagnósticos ambientales para evaluar los componentes fisicoquímicos del agua del estuario. Estas evaluaciones arrojaron que los niveles de oxígeno en el estuario eran críticamente bajos debido al aumento de la sedimentación en la desembocadura del río, causada por la deforestación de la cuenca. Básicamente, los camarones se estaban asfixiando. Como respuesta, la cooperativa coordinó la creación de una compuerta para restaurar la oxigenación del estuario.
“Se crea como una alternativa de manejo para el control del agua en la pampa”, explica Ramón Flores, gerente de Sistemas Marinos Costeros de CI México. “Con ella controlan la salida y entrada de agua, permitiendo el flujo genético de especies”, agrega.
En los años más productivos del estuario, los pescadores podían extraer anualmente hasta 150 toneladas de camarón. A partir de la llegada del huracán Mitch —en 1998 y que devastó la costa de Chiapas— y otros eventos similares en años siguientes, la producción se desplomó. “Ahora son entre 25, 30 y hasta 70 toneladas”, dice Mario Becerra.
La producción actual, aunque no es la óptima, ha mostrado signos de mejora en los últimos cinco años, a partir de la incursión en el proyecto de Paisajes Sostenibles, asegura.
“Aunque no sea demasiada producción, si vendes bien, a la economía del pescador le va bien. Con nuestros aliados —tanto CI México, como SmartFish— hemos buscado darle un valor agregado al producto. No solamente es incrementar la producción de camarón, sino también incrementar la política y la filosofía de la conservación: hablo del cocodrilo porque es una especie clave, pero también conservamos pijijes, águilas, loro nuca amarilla, que son objetivos prioritarios para nosotros”, describe Becerra.
En el patio de la casa de la cooperativa, el proyecto construyó un pequeño edificio que alberga las instalaciones de la planta de procesamiento primario de productos pesqueros, que empezará a funcionar en los próximos meses. El objetivo es darle un valor agregado a la pesca de camarón y poder vender los productos a un mayor valor, a través de mercados de pesca sostenible. El espacio es operado por ocho mujeres amas de casa, familiares de pescadores. Este es un logro para ellas —dicen— porque tendrán un ingreso económico propio derivado de la pesca, un espacio históricamente dominado por los hombres.
Nunca antes habían participado en un proyecto de la cooperativa. Sólo algunas habían llegado a tener participación cuando sus esposos cumplían un rol administrativo, por lo que ellas trabajaban vendiendo refrescos y comida a los pescadores. Ahora se han capacitado durante un año con SmartFish para aprender sobre los procesos de la planta. También los hombres han sido parte de talleres con perspectiva de género y han comprendido la necesidad de apoyar la participación de las compañeras.
Dodany Hernández y Ana Julia Serrano ofrecen un recorrido dentro de las instalaciones. Las trabajadoras de la planta muestran la aduana sanitaria donde se lavan las manos y en donde desinfectan y se colocan el equipo de trabajo: botas, mandiles, cofias para el cabello y cubrebocas. “Entramos como doctores”, ríe Hernández. Luego abren una cortina plástica con los codos —para no comprometer la higiene del interior— y pasan hacia el área de procesamiento de camarón. Allí realizan la cocción, congelamiento y empaquetado al vacío del producto.
“Platicamos entre compañeras que ya nos sabemos competentes y capaces de manejar solas la planta, porque ya hemos tenido muchos cursos y capacitaciones”, dice Serrano. “Les digo que, ahora sí, nos toca echarle todos los kilos; estamos motivadas. Ahorita somos ocho mujeres trabajando, porque estamos procesando poco producto, pero más adelante se necesitará capacitar más compañeras, sobre todo, muchachas más jóvenes”.
El futuro del estuario
En diciembre del 2022, los pescadores de Topón realizaron su primer Festival de Pesca Responsable. Jóvenes y niños de la comunidad pudieron subirse a los cayucos donde trabajan sus padres y recorrer la Reserva de la Biosfera de La Encrucijada, tal y como los pescadores lo hacen. Conocieron las áreas de pesca y aprendieron sobre las acciones para la conservación del medio ambiente, las especies y el sistema lagunar.
“Hicimos un recorrido —junto con la Conanp y Conservación Internacional— donde invitamos a las escuelas a participar. Nosotros vimos que los niños, al entrar, parecía que no le daban importancia; andaban jugando”, cuenta Domingo Morán. “Pero cuando volvimos, una de las actividades fue que dibujaran lo qué observaron; la sorpresa fue que ellos sabían todo”.
Los dibujos mostraban desde las plantas más pequeñas, hasta las aves que vieron. También incluyen a un cocodrilo pequeño que pudieron observar de cerca. “Ellos ya están aceptando todo el proceso de convivir con los cocodrilos”, concluye el guardaparque. “Ellos son el futuro de la pesca y de la comunidad”.