Hace poco recordé aquí que él repetía con elocuencia que, cuando desalojara Palacio Nacional, se encerraría en su finca y no hablaría ni con su mujer de política y asuntos por el estilo. Ha cumplido el compromiso de reclusión durante 40 días. Tan clandestino se volvió que nadie lo ha visto aún verlo asomar la cabeza en Palenque, si es que mora ahí, o en La Habana, qué más da, porque donde escondido esté sabrá que en el gobierno no habrá a quien se le antoje incordiarlo con cuentas y asuntos por el estilo. El reportero Jaime Anchustegui difundió ayer balances de “algunos de los logros del mejor presidente de México de los últimos tiempos”. Encontró en los datos oficiales que el promedio de pasajeros en cada viaje del Tren Maya es de seis (informe de junio, el más reciente). Que 547 mil pasajeros usaron en septiembre el aeropuerto Felipe Ángeles, contra 3 millones 595 mil del Benito Juárez. Y que en septiembre, Mexicana de Aviación significó 0.4 por ciento de los vuelos comerciales nacionales. Quizá él esté estudiando historia, filosofía del poder, o escribiendo un libro con cifras contrarias a las de su gobierno. Así es que no hay que interrumpirlo con nimiedades. Él debe estar cavilando.