El presidente electo se ha impuesto gracias al apoyo de los votantes de rentas bajas y sin estudios superiores, ya no solo blancos, sino también latinos y negros
Miguel Jimenez
En todo el mundo, con contadas excepciones, los Gobiernos de los países democráticos pierden las elecciones. Tras la pandemia y la oleada de inflación más intensa en cuatro décadas, el descontento ha cundido entre amplias capas de la población y se propaga por las redes sociales. Si hay alguien capaz de canalizar la frustración como nadie es Donald Trump. A lomos del daño causado por las subidas de precios y con la inmigración masiva como chivo expiatorio de casi todos los males, el republicano ha ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos de forma rotunda, inmune a los escándalos. Se ha apoyado en el voto de los ciudadanos de rentas bajas y sin estudios universitarios, con un apoyo de la clase trabajadora que se extiende de los blancos a latinos y afroamericanos.
Joe Biden y Kamala Harris han cerrado el mandato más prosindical de la historia de Estados Unidos. El presidente llegó a participar en un piquete para apoyar a los trabajadores del automóvil y su Gobierno medió, en favor de los trabajadores, en otros conflictos laborales. Sin embargo, las clases bajas han dado la espalda al Partido Demócrata, que en los tradicionales ejes de izquierda y derecha ha sido históricamente su defensor. En realidad, ya no se trata tanto de izquierda o derecha: los votantes han castigado a los Gobiernos de uno y otro signo casi cada vez que se han examinado en las urnas. Así ha ocurrido los últimos años en Alemania, en el Reino Unido, en Portugal, en Brasil, en Argentina, en Italia, en las legislativas francesas…
El populismo demagogo de Trump ha podido más que la tradición política. El expresidente, amante de las hipérboles, lleva casi cuatro años diciendo que Estados Unidos se iba al infierno. Ha pintado un panorama apocalíptico de un país en destrucción que tiene poco que ver con la realidad, pero que ha calado con la ayuda de medios conservadores, con Fox News a la cabeza.
El republicano contaba con algunos argumentos de peso. Recibe una economía pujante, sin casi paro y con la inflación controlada, pero en los cuatro años del mandato de Joe Biden, los precios han aumentado más de un 20%. Los economistas han subrayado que la inflación se ha cebado especialmente con los votantes de menor poder adquisitivo, por la subida del precio de los productos básicos, como la alimentación y la gasolina, esencial en un país en que el coche solo es prescindible en algunas grandes ciudades.
La pregunta con la que Ronald Reagan dio la puntilla a Jimmy Carter en el único debate presidencial de las elecciones de 1980, ha vuelto a funcionar: “¿Estáis mejor que hace cuatro años?”. La gente no parece recordar que hace cuatro años, en plena pandemia, la economía estaba en recesión, morían decenas de miles de personas, el paro se había disparado y la situación del país era caótica. Pero sí tiene fresco en la memoria cuánto le costaba hacer la compra, llenar el depósito de gasolina o salir a cenar no hace tanto tiempo.
“Trump y los responsables de su campaña creían que era posible aprovechar la creciente fuerza de los republicanos entre los votantes blancos de clase trabajadora para crear una coalición de clase trabajadora multiétnica. Tenía razón”, explicaba este miércoles William A. Galston, experto de la Brookings Institution. La frustración con la incertidumbre económica y las subidas de precios han castigado de forma especial a latinos y afroamericanos, entre los que Trump ha ganado posiciones al tiempo que mantenía a su base blanca.
Para el Partido Republicano es una gran noticia. En un país étnicamente cada vez más diverso, su excesiva dependencia del voto blanco le situaba en inferioridad de condiciones frente a los demócratas. Si logra retener o ampliar esos nuevos apoyos, los cambios vistos en las elecciones del martes “podrían marcar una nueva era en la política estadounidense”, según Galston. “El presidente Donald Trump recibió un apoyo histórico de los votantes hispanos porque nunca ha vacilado en los temas que más le importan a nuestra comunidad: reducir los costos, restaurar la economía, restablecer la prosperidad estadounidense, asegurar la frontera y la seguridad en el país y en el extranjero”, señaló en un comunicado Danielle Alvarez, asesora del Partido Republicano.
El senador Bernie Sanders, independiente aliado de los demócratas, reflexionó este miércoles sobre lo ocurrido. “No debería sorprender mucho que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora les ha abandonado a ellos”, dijo.
En lo económico, la promesa de bajadas generalizadas de impuestos (algunas a la carta, como la exención fiscal a las propinas, las horas extra o las prestaciones de la Seguridad Social) ha funcionado, al igual que lo ha hecho la de aranceles masivos a las importaciones. Los economistas han advertido de que ese proteccionismo impulsará la inflación, pero los trabajadores lo ven más como una forma de defenderse de los excesos de la globalización.
Trump ha repetido, además, la apuesta por el mensaje xenófobo que le llevó a la Casa Blanca en las elecciones de 2016. De nuevo, tenía materia prima sobre la que trabajar. La llegada de inmigrantes irregulares se ha disparado durante el mandato de Joe Biden, generando problemas a algunas comunidades por todo el país. No, no se comen los perros y los gatos, tampoco son los responsables de todos los crímenes, pero los republicanos han exhibido testimonios sobrecogedores de algunas víctimas reales para convertir casos contados en categoría.
El presidente electo también ha usado a los inmigrantes como chivo expiatorio de las dificultades económicas, por más de que la realidad sea la contraria. Se quedan los trabajos, encarecen las viviendas, desbordan los servicios públicos, se quedan con los fondos federales destinados a emergencias: da igual que sea bulo o realidad, lo importante es que el mensaje calaba, incluso entre los latinos asentados y con derecho a voto.
Con sus mensajes extremistas, Trump optó por movilizar a sus fieles y captar nuevos votantes descontentos que otras veces no acudían a las urnas, antes que suavizar su discurso para seducir a los centristas. Le ha funcionado.
Entre los nuevos votantes, Trump ha tenido especial éxito entre los hombres jóvenes, no solo blancos. Ha conectado con ellos a través de los programas de podcasters de éxito como Joe Rogan, al que le dio una entrevista de tres horas aun a costa de hacer esperar dos horas a sus seguidores en un mitin. También ha abrazado las criptomonedas, un activo en el que muchos de esos jóvenes invierten.
Trump, además, tiene un enorme carisma. Es una estrella, un hombre espectáculo, capaz de decir cualquier barbaridad en sus mítines sin que le pase factura. Pese a ser multimillonario amigo de multimillonarios, sigue teniendo un aura antisistema que le favorece en tiempos de descontento. El 5 de noviembre ha sido en gran medida un referéndum sobre él más que una elección entre dos candidatos. Y lo ha ganado.
Los datos y las encuestas apuntan dónde han estado sus graneros de votos y dónde ha mejorado más su posición frente a 2020. Las cifras del escrutinio muestran que ha mejorado sus resultados netos 9,5 puntos en los condados con más de un 25% de población latina y 4,1 puntos en los que tienen más de ese porcentaje de población negra. También se ha mostrado especialmente fuerte en aquellos con menos de un 20% de población con estudios superiores, en los que ha ganado 4,8 puntos. Y en aquellos con gran volumen de población entre 18 y 34 años, ha ganado 5,6 puntos.
Las encuestas a pie de urna completan esa fotografía de los datos de escrutinio. La de la CNN muestra que, sorprendentemente, Trump habría ganado más votos entre las mujeres que entre los hombres, cerrando la brecha de género que parecía ensancharse. “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no se ayudan unas a otras”, dijo la antigua secretaria de Estado Madeleine Albright en un mitin de campaña de las elecciones de 2016. Muchas mujeres han preferido no ayudar a Harris. La diferencia a su favor se habría reducido de los 15 puntos de Biden en 2020 a solo 10 el martes, aunque hay que tomar las cifras con cautela, porque los resultados de la encuesta no parecen del todo coherentes con el escrutinio final.
Esa misma encuesta indica que Trump ha estrechado desde 24 hasta 13 puntos su desventaja entre los votantes de 18 a 29 años, con un empate técnico en el caso de los hombres. Además del éxito de Trump para cortejarlos, muchos jóvenes izquierdistas han dado la espalda al Partido Demócrata por la guerra de Gaza.
Donde dicha encuesta señala un cambio más marcado es en el voto latino, donde la diferencia se estrecha en 25 puntos, de 33 a solo 8 y Trump se pone por delante en el caso de los hombres. En parte, esa mejora se correlaciona con otra, la de 14 puntos entre los votantes no blancos no universitarios, compatible con seguir arrasando entre los blancos no universitarios. Y también va en el mismo sentido la gran mejora entre los votantes de rentas bajas y medias (12 puntos en el tramo hasta 50.000 dólares anuales y 17 puntos entre los votantes de 50.000 a 100.000 euros de renta). En cambio, Harris se ha impuesto entre las rentas superiores a 100.000 dólares.
Pero si hay algo que se acentúa es el contraste entre el campo y la ciudad. En las zonas rurales, Trump amplía su ventaja de 15 puntos en 2020 a 27 en 2024, mientras que los demócratas mejoran en las ciudades al pasar de 22 a 23 puntos, siempre según la encuesta de la CNN. Además, los suburbios han pasado a ser trumpistas pasando de una desventaja de dos puntos a una diferencia a favor de la misma cuantía.
Los datos de renta y de nivel de urbanización muestran cómo los parámetros tradicionales de la fractura izquierda-derecha ha saltado por los aires y la competencia se establece más entre cosmopolitismo y etnonacionalismo, como sostiene el politólogo Steven Levitsky, que subraya también “humor antioficialista” que se está extendiendo por el mundo.