Bajo un cielo gris y una lluvia incesante, un multitudinario contingente marchó hacia el Zócalo para gritar consignas de “10 años sin verdad ni justicia” ante un Palacio Nacional blindado
Mathieu Tourliere / Proceso
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando llegó al Zócalo capitalino, después de recorrer las calles de la Ciudad de México en exigencia de verdad y justicia a 10 años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la marcha multitudinaria tuvo que hacerse chiquita: el gobierno había instalado bloques de concreto en medio de las calles que llevan a la Plaza de la Constitución, lo que creó un tapón y obligó la muchedumbre a rodear los obstáculos en estrechas filas.
“Lamentamos la postura del Estado mexicano al poner los bloques”, deploró un orador a medida que la marcha ingresaba, a cuentagotas, a la explanada del Zócalo, la cual estaba cubierta de vallas metálicas colocadas alrededor del Palacio Nacional y la catedral, como símbolo de la ruptura entre el movimiento y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Bajo un cielo gris y una lluvia incesante, la marcha se lanzó poco antes de la 5 de la tarde, en un largo contingente de paraguas y capas impermeables que avanzó sobre la Avenida Reforma, evitando de pisar los charcos de agua oscura. En las calles laterales, encapuchados rompían vidrios de corporativos y pintaban muros con consignas como “4T traidora” o “4T perra de los militares”.
Los padres y madres encabezaron la marcha, seguidos de grupos de normalistas de Ayotzinapa, vestidos con playeras rojas que decían “los seguiremos buscando”, levantaban ataúdes encima de sus cabezas. Al igual que muchos de los jóvenes que manifestaron hoy, los estudiantes eran niños que no tenían ni 10 años aquella noche del 26 de septiembre de 2014.
Como tristes símbolos, la marcha pasó por la glorieta para las y los desaparecidos, cuyas vallas metálicas están tapizada de los rostros y nombres de algunas de las más de 115 mil personas desaparecidas en México, y minutos después rodeó la glorieta de las mujeres que luchan, cuya antimonumenta condena la violencia feminicida en el país.
En las banquetas, cientos de personas agarraban sus mantas y cartulinas para expresar su apoyo a los familiares de los normalistas; algunas deploraban “10 años sin verdad ni justicia”, otras sostenían que “fue el Estado” o que “fue el Ejército”. Decenas de personas traían pancartas con los rostros y nombres de sus propios hijos, también desaparecidos.
Las bocinas instaladas en el camión que abrió la marcha –en el que se transportaban familiares de los normalistas– potenciaban los discursos de estudiantes que se pasaban el micrófono y gritaban su indignación y exigencias de justicia. “¡Ya basta de tanta desaparición!”, lanzó un joven. “Somos la voz del pueblo, de los que no tienen la posibilidad de salir a las calles”, dijo otro.
“Le hacemos saber al gobierno que los padres de familia nunca se cansarán de buscar a sus hijos”, insistió un normalista con el rostro cubierto por un paliacate negro, marcado con la cifra 43.
Llegando al antimonumento por los 43, en el cruce de Reforma y Bucareli, una madre de desaparecido tomó la palabra, y recalcó que “hoy es una fecha muy dolorosa”. “Este día quisimos reunirnos un grupo de familiares que buscamos a nuestros hijos para recibirlos con cariño y decirles que su dolor es también nuestro dolor, no les vamos a dejar hasta saber dónde están nuestros 43 y nuestros hijos”, agregó.
Acto seguido, los padres leyeron una declaración, en la que insistieron en que la desaparición de los 43 normalistas representa un “caso emblemático de violación grave a los derechos humanos porque es un crimen de Estado en el que participaron las tres órdenes de gobierno”. Concluyeron exigiendo “la presentación de nuestros hijos y de más de 120 mil desaparecidos”.
Realizaron el pase de lista, nombrando a cada uno de los normalistas –a lo que la muchedumbre respondía, con el puño en alto, “¡Presentación con vida!” o “¡Justicia!”-, y refrendaron que “a una década los vamos a seguir gritando”. “Porque vivos se los llevaron, ¡Vivos los queremos!”, lanzaron en coro, antes de retomar su camino hacia el Zócalo capitalino, al que los primeros llegaron a cerca de las 6:30 PM, con la amarga sorpresa de toparse con los bloques de concreto.