Doce días faltan para que Andrés Manuel López Obrador deje el cargo de presidente de la República. Casi 300 horas para que finalice un sexenio trepidante que por lo visto así se mantendrá hasta el último minuto.
Tal como fueron los últimos seis años, sin dar ni pedir cuartel, todavía ayer saltaron a la palestra dos viejos adversarios del presidente para alimentar la narrativa opositora; por un lado contra la reforma fiscal, por el otro para revivir las acusaciones que ligan al inquilino de Palacio Nacional con el cártel de Sinaloa.
Ernesto Zedillo por un lado, Genaro García Luna por el otro, a dos fuegos atacando al presidente y este, desde la trinchera que lo mismo le ha servido para mojar pólvoras que para incendiar la pradera les responde con la vieja y muy probada fórmula de la descalificación a ultranza, que arde como yesca seca entre los sectores más amplios de la población que, a despecho de sus adversarios sigue manteniendo muy altos los niveles de popularidad de AMLO.
Ese blindaje ha resistido todo: desde Tlahuelilpan y sus 137 muertos hasta el primer ‘culiacanazo’ y los que le precedieron; desde la Línea 12 hasta la postergación infinita de la justicia para los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa…
Todo lo ha aguantado y en buena parte eso se debe a que el origen de las acusaciones y señalamientos son personajes ética, política y moralmente descalificados per se, no solo por el dedo flamígero del presidente, sino por sus historias personales, por su condición de exponentes de un régimen que no ha pasado la prueba de las urnas desde 2018, aunque tuvieron un leve despertar en las intermedias de 2021, pero volvieron a ser barridos en 2024.
López Obrador se irá dentro de doce días en medio de la estridencia de los aplausos y de las rechiflas, como ha sido durante estos seis años, con el agregado que los aplausos sí se tradujeron en votos, y las rechiflas se quedaron en eso: gritos y sombrerazos de un sector importante de la población, pero insuficiente para recuperar espacios que desde el oficialismo han mantenido y ampliado por cualquier vía.
Lo que sucedió con los Yunes en el Senado, por ejemplo, cuando con su voto decidieron la aprobación de la reforma judicial quedará para la historia como el ‘haiga sido como haiga sido’ de Morena y sus aliados.
López Obrador es un fenómeno que no ha sido completamente procesado por la historia. Comenzó su gestión antes de cruzarse la banda presidencial al pecho, mandando a Peña Nieto a un segundo plano y tomando decisiones de Estado sin ser presidente, como fue el caso de lo sucedido con el Aeropuerto de Texcoco.
La presidenta electa Claudia Sheinbaum ya adelantó que le dará un tiempo a López Obrador para que termine de hacer su mudanza desde Palacio Nacional hasta su rancho en Palenque. Simbólicamente, AMLO seguirá ocupando ese espacio de poder aun después de entregar la banda presidencial.
Pero no solo son simbolismos. AMLO ha dejado piezas clave de sus más cercanos colaboradores en el gabinete de la nueva presidenta, y por si fuera poco también le deja a su hijo Andrés Manuel López Beltrán en la secretaría General de Morena, el poderoso partido en el gobierno y a quien ya muchos están perfilando como candidato presidencial en 2030 y los más osados juegan con la posibilidad de una eventual revocación de mandato antes de que Claudia termine su gobierno.
La oposición ha resultado muy buena para diseñar escenarios de catástrofe: ya viene la devaluación, ya viene la fuga de capitales, ya viene la invasión de EEUU, ya viene la DEA por AMLO y se regocijan mucho con eso, aunque luego se desilusionan porque no ocurren.
Ayer fueron Zedillo y García Luna los que salieron a la palestra; mañana puede ser cualquier otro y así durante los próximos doce días que le quedan a López Obrador en la presidencia.
Pero si en seis años no encontraron la fórmula para vulnerar su legitimidad, se ve difícil que lo hagan en menos de dos semanas. Es previsible que en este lapso siga el tira-tira; lo que es un enigma es lo que sucederá después de esos doce días, una vez que Claudia Sheinbaum se cruce la banda presidencial al pecho y Andrés Manuel entre en esa etapa en la que se vea, al menos oficialmente, sin las riendas del poder en sus manos.
¿Realmente el señor se va a jubilar y se va a alejar de la vida política?
¿Usted qué cree, pitonisa lectora, saurino lector?
Quedan doce días para comenzar a despejar esas incógnitas.
II
Lejos estamos de Dinamarca, pero hay que reconocer que, de acuerdo a los datos que se desprenden del tercer informe de gobierno de Alfonso Durazo, en tres años el sector salud ha recibido inversiones cuantiosas que poco a poco van levantándolo. En los últimos tres años se han aplicado allí 40 mil millones de pesos, lo que habla de que es una asignatura de la que no quita el dedo del renglón.
En ese lapso fueron rehabilitados todos los centros de salud en el estado y se están transformando y mejorando los hospitales ya existentes y construyendo nuevos, como los de Navojoa, Guaymas, San Luis Río Colorado y Puerto Libertad, todo esto con apoyos de la federación.
Con 524 establecimientos de atención a la salud, se ha ampliado el universo de personas atendidas, para lo cual se contrataron más de 760 nuevos especialistas que fueron comisionados al IMSS, IMSS-Bienestar e ISSSTE.
Aquí en la capital del estado se está equipando el Hospital General de Especialidades y se construye el nuevo Hospital Universitario, modelo único en México; los beneficios no solo son para derechohabientes, sino para los trabajadores del sector salud que hoy tienen condiciones de trabajo más dignas.
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