Me gustó mucho el desempeño de Kamala Harris en el debate del martes con Donald Trump. Trato de ser objetivo en mi análisis aclarando la animadversión que le tengo al candidato republicano por todo lo que representa (autoritarismo, racismo, aislacionismo, proteccionismo y mentiras).
Creo que Harris ganó el debate. Me encantó que haya ido a saludar a Trump cuando entraron en escena. Esto dice mucho. Es, para empezar, una muestra de civilidad en un momento en que Estados Unidos está muy polarizado. Pero, además, le generó incomodidad a Trump, lo cual se vio reflejado en su lenguaje no verbal. El magnate no se esperaba el gesto y lo desequilibró. Excelente manera de comenzar.
A lo largo del debate, Kamala no sólo se vio presidencial, sino jovial y alegre, algo que refuerza su mensaje de que es hora de darle la vuelta a la página de tantos enfrentamientos en una sociedad tan dividida.
Decía Bill Clinton, uno de los mejores candidatos presidenciales de la historia contemporánea de Estados Unidos, que, al final del día, se vende esperanza o miedo en una campaña. Nunca había visto un debate donde quedara tan claro que un lado vendía una cosa y el otro la otra.
Por un lado, Kamala prometía esperanza. Un mejor futuro a partir de un plan que ella ya tiene diseñado. Resolver los problemas cotidianos, como la falta de vivienda, que aquejan a la sociedad.
Por el otro, Trump infundía miedo. Por la supuesta invasión de migrantes indocumentados que están cometiendo crímenes sin misericordia. Hasta se están comiendo las mascotas de la gente. Agréguese la posibilidad de una tercera guerra mundial por tantos conflictos internacionales que existen y que él resolvería de inmediato.
Harris pudo evitar que se hablara del tema que más les duele a los demócratas: la economía, en particular la inflación. Supo torear las preguntas de este asunto y, lo mejor, es que soltó varios anzuelos para que Trump los picara. El expresidente no se aguantó y cayó en las provocaciones viéndose irascible y perdiendo tiempo en atacarla en el tema económico y en la relación de Kamala con el impopular presidente Biden.
Kamala no noqueó a Trump, pero le puso una buena zarandeada. Qué diferencia del pasado debate, en el que Biden sí quedó noqueado, al punto que tuvo que ser sustituido como candidato demócrata.
¿Quiere decir esto que Harris ganará la Presidencia?
Para nada.
La elección está muy empatada.
En el promedio de encuestas nacionales de Fivethirtyeight.com, Kamala va 2.7 puntos porcentuales arriba de Trump. Es muy probable que la demócrata, como fue el caso con Hillary Clinton en 2016, gane el voto popular.
Pero recordemos que así no se escoge al presidente en Estados Unidos. Se trata de una elección indirecta en la que lo importante es ganar la mayor cantidad de estados que envían delegados a un Colegio Electoral. Desde hoy ya se sabe quién va a ganar en la mayoría de los estados. Harris, por ejemplo, ganará California; Trump, Texas.
La elección se definirá en siete estados llamados “columpio” que están empatados y se pueden ir hacia un lado o el otro. Son Wisconsin, Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Nevada. En el promedio de encuestas en estos estados columpio de RealClearPolitics.com, Kamala va delante de Trump por 0.2 puntos porcentuales. Nada.
En cuanto a las apuestas, es un volado. Le dan una probabilidad de ganar a Harris de 51% y 47% a Trump.
La competencia está peleadísima.
Allan Lichtman es académico de la American University. Este historiador ha desarrollado un modelo que utiliza 13 claves para predecir el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos. Su éxito ha sido arrollador. Le ha atinado al ganador de todos los comicios desde 1984, salvo la de 2000 que ganó George W. Bush porque la Suprema Corte de Justicia paró el recuento de votos en Florida.
En 2016, contra lo que decían las encuestas y apuestas, Lichtman dijo que ganaría Trump. Cuatro años después, anunció que Biden sería el triunfador.
Hace unos días, en un video en el New York Times, el historiador informó que, de acuerdo a su modelo, Harris sería la ganadora de la elección en 2024.
Con una competencia tan emptada, es muy arriesgado predecir al vencedor. Yo, sin embargo, voy a apostar que Kamala será la primera presidenta mujer de Estados Unidos. Por tres razones. Uno, por cómo la vi en el debate del martes. Dos, por el pronóstico de Lichtman. Y, tres, porque es el resultado que más le conviene a México. Sí, reconozco algo de wishful thinking en mi análisis.