El duelo entre los dos candidatos llega en vísperas de que se inicie el voto anticipado en muchos Estados y dará a la candidata demócrata la primera ocasión para desgranar sus propuestas
Macarena Vidal / El País
Christopher Hawking, trabajador de 31 años, espera con ganas el debate presidencial televisado de este martes entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump. Este vecino de Reading, una ciudad de mayoría latina en el corazón industrial de Pensilvania, es uno de esos mirlos blancos que pueden inclinar la balanza electoral y por los que se baten a muerte los dos candidatos en la recta final de la campaña: un votante indeciso en un Estado clave que asegura que irá a las urnas sí o sí el 5 de noviembre, pero que todavía no ha resuelto por quién. “Estoy esperando el debate. Estudiaré muy bien qué es lo que propone cada uno y entonces veré”, explica.
El duelo dialéctico entre Harris y Trump que se celebrará a las 21.00 el martes (03.00 del miércoles, hora peninsular española) en el National Constitution Center de Filadelfia, en Pensilvania, y que organiza la cadena ABC, no puede tener las espadas más en alto. Los dos candidatos están absolutamente empatados. El reducido porcentaje de votantes indecisos, en torno a un 8%, es fundamental para decidir de qué lado quede la balanza, especialmente en los cortejados siete Estados bisagra (Pensilvania, Wisconsin, Míchigan, Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte). A 57 días de la cita con las urnas, y tras una campaña sin precedentes por los sobresaltos que ha acumulado, queda poco margen para el error.
La cuestión clave para la inmensa mayoría del electorado será la economía, según las encuestas. También para Hawking: “Me gradué, me puse a trabajar, pero el sueldo no me daba y tuve que buscar un segundo trabajo. Ahora, los precios de todo se han disparado y ni con dos trabajos me da para vivir; he tenido que pedirle a mi pareja que me cubra algunas facturas. Los costes se disparan, pero los sueldos siguen siendo los mismos. Tengo un título universitario, trabajo duro y nunca he pedido ni un céntimo al Estado, pero no tengo perspectivas de mejora, no puedo aspirar a nada mejor; desde luego, ni pensar en comprarme una vivienda. Y no puedo estar viviendo al día para siempre”, se lamenta este votante mientras pasea por un festival de cultura puertorriqueña en las calles de Reading. Según reconoce, de momento le tira más Harris, pero está dispuesto a cambiar de opinión si las propuestas de Trump sobre la economía le parecen interesantes.
El impacto del debate puede resultar decisivo. Decenas de millones de votantes lo estarán viendo, bien en sus domicilios o bien en las miles de fiestas para verlo en grupo que los dos partidos han organizado en vecindarios de todo el país. Sus impresiones pueden llevarles a cambiar su intención de voto o, como en el caso de Hawking, a decantarse por uno u otro. No habrá muchas más oportunidades para influir de modo tan directo en el electorado: a estas alturas, no está previsto —tampoco descartado— un segundo debate entre los dos candidatos presidenciales. Y en los próximos días comenzará el voto anticipado y por correo en buena parte de los Estados: en Pensilvania, considerado el territorio que puede dar con sus votos electorales la llave de la Casa Blanca, los ciudadanos podrán empezar a entregar sus papeletas a partir del lunes.
En Filadelfia, ya todo se encuentra preparado para el evento, la primera vez que ambos candidatos se verán en persona. La seguridad en torno al Constitucion Center ha quedado reforzada. Las calles en las cercanías están cerradas al tráfico. La vicepresidenta viajaba este lunes a Filadelfia desde Pittsbugh, la segunda ciudad de Pensilvania, donde ha estado preparando el debate en un hotel. El magnate tiene prevista su llegada el mismo martes.
Las últimas encuestas arrojan un empate absoluto entre los dos. Los agregadores de sondeos en páginas web como FiveThirtyEight o RealClearPolitics apuntan una ligera ventaja para Harris (2,8 y 1,4 puntos porcentuales, respectivamente) aunque este domingo una consulta de Siena-The New York Times colocaba por delante al expresidente por dos puntos porcentuales. Es la primera encuesta tras las convenciones de los dos partidos y la renuncia de Joe Biden a la reelección en julio, que apunta que el impulso de la candidatura de Harris, que había conseguido enderezar la caída demócrata en las encuestas de la era Biden, puede haberse estancado.
En un momento así, cualquier cosa que digan, cualquier momento brillante o cualquier error no forzado puede calar de manera desproporcionada entre el electorado, en forma de memes y repetido una y otra vez en redes sociales y televisión. Algo que ya experimentó el presidente Joe Biden en sus propias carnes: sus fallos en su debate contra Trump acabaron forzando un mes después su decisión de renunciar.
El candidato republicano se encuentra ante el desafío de centrar sus argumentos en su programa electoral y no mostrarse ofensivo hacia su oponente. Su misión es demostrar a los escépticos que tiene carácter presidencial, después de un agosto en el que ha recurrido a los insultos personales para describir a su oponente.
Trump no es, precisamente, el más disciplinado de los políticos y en alguna ocasión ha asegurado que “tiene derecho” a mostrarse agresivo contra su rival. En un mitin, a finales de agosto en Carolina del Norte, sostenía que sus asesores le aconsejan a menudo que se muestre más amable en sus declaraciones, pero reconocía que “a veces es difícil cuando te atacan desde todas partes”.
El cometido de Harris es tanto o más delicado. La vicepresidenta, que ha insistido desde el primer momento en que los demócratas no son los favoritos en estas elecciones, ha conseguido recuperar el apoyo y el entusiasmo de buena parte de los bloques de votantes tradicionalmente demócratas que se habían distanciado de Biden. Sin embargo, según las encuestas, los números no llegan aún a los niveles que impulsaron a Biden a la Casa Blanca en 2020.
La candidata demócrata tendrá que aprovechar el debate para presentarse ante el gran número de votantes que asegura que aún no la conoce lo suficiente. Que no sabe ni cuáles son sus posiciones exactas ni qué es lo que hará si resulta elegida presidenta.
“No tengo claro qué es lo que defiende. Seguramente será buena para las mujeres y los derechos reproductivos, pero ¿qué más? ¿Qué opina? ¿Qué va a hacer con la economía?”, apunta Tony Farabee, un votante afroamericano originario de Nueva York y ahora radicado en Pensilvania. Farabee también se declara indeciso, aunque reconoce que de momento le tienta Donald Trump: “Respeto su fortaleza”, sostiene. Pero también apunta que verá con mucha atención el debate: “Rezo para que me dé claridad a la hora de decidir”.
Cerca de 30 millones de personas siguieron por televisión la jornada final de la convención demócrata, en la que Harris pronunció su discurso de aceptación oficial de la candidatura del partido, a finales de agosto. Se espera que cerca del doble se conecten para ver el debate de este martes.
Entre ellos, pese a su interés por seguirlo, no estará Christopher Hawking, que tendrá que esperar para verlo en diferido y estudiar con cuidado lo que hayan dicho ambos candidatos. “No puedo permitirme el lujo de sentarme a verlo. A esa hora tengo que estar en uno de mis dos empleos para poder comer”, zanja el trabajador.