No fue Tlatelolco 1968, pero se parece tanto. Tres mil jóvenes estaban pacíficamente reunidos en el espacio público. Los uniformados los rodeaban en calles aledañas. De pronto se escuchó un disparo. Luego una ráfaga. Caos. Los jóvenes corrían, algunos caían aparentemente muertos. Muchos no volvieron a ser vistos jamás. Otros tantos fueron capturados. Al día siguiente apenas y había una nota en el diario sobre lo acontecido.
A diferencia de Tlatelolco 1968, en esta matanza las víctimas no eran universitarios, futuros intelectuales, académicos o políticos de CDMX. Eran “chavos banda” del cinturón de pobreza urbana de Ciudad Neza. Hoy sus nombres apenas y se recuerdan.
La historia de la matanza de Neza ocurrida en 1989 ha salido a la luz gracias a “Fue el Estado 1965-1990” un informe realizado por tres destacados académicos, Abel Barrera Hernández, David Fernández Dávalos y Carlos A. Pérez Ricart, como parte de los trabajos del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico.
Considero que todo mexicano debe leer “Fue el Estado 1965-1990” pues sus entrañas contienen el material de lo que será, en mi opinión, una de las reinterpretaciones más importantes de la historia reciente de nuestro país.
Hasta antes de “Fue el Estado” era de todos conocido que el PRI hegemónico reprimió en casos como el de la guerrilla de Guerrero y Tlatelolco1968.
Lo que era mucho menos conocido es que esos grupos fueron apenas un puñado de las víctimas de la represión sistémica que emprendieron los tres niveles de gobierno. El informe documenta 46 masacres y 8,593 víctimas de violaciones graves. La mayor parte de los casos eran desconocidos a escala nacional.
Durante la época del PRI hegemónico, los tres niveles de gobierno eran violentos no solo contra las disidencias político-partidistas, sino contra todo aquello que consideraban una amenaza para la estabilidad política y económica del régimen. Esto incluía movimientos urbano-populares, religiosos, personas de la comunidad LGBT+, periodistas, refugiados, individuos marginados, así como habitantes de zonas en las que se llevó a cabo el combate al narcotráfico.
Considero que el reporte nos deja tres enseñanzas de alta relevancia para el periodo actual.
La primera es un llamado a detener la militarización. Como muestra el informe, el perpetrador de violencia estatal por excelencia siempre ha sido el ejército.
Continuar ampliando su presupuesto y mandato es un error pues supone empoderar a una institución que históricamente ha cometido tortura, ejecuciones extrajudiciales y violencia sexual. Es además la institución más opaca. Incluso, durante la investigación del informe, el ejército se negó a compartir información.
La segunda enseñanza es contraalimentar la polarización de Estado. Cuando los gobernantes dejan de otorgar legitimidad a sus oponentes y comienzan a identificarlos como sus enemigos, las puertas de la violencia se abren. El PRI hegemónico justificó detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y masacres precisamente bajo la premisa de que estaba atacando a sus “enemigos internos”.
No importa qué tan importantes sean las diferencias políticas entre distintas fuerzas políticas, el gobierno nunca debe deshumanizar a sus contendientes.
Finalmente, hay una enseñanza en materia de desarrollo industrial. Una parte importante de la violencia del PRI hegemónico ocurrió en contra de grupos que se oponían a la construcción de grandes proyectos de infraestructura.
Ahora que Sheinbaum tendrá una de las agendas más importantes en materia de construcción pública, será importante que tome precauciones para evitar los descontentos y los canalice de formas institucionales.
Por lo pronto, toca seguir demandando que el Mecanismo para la Verdad tenga acceso a los archivos que les fueron negados. Conocer lo sucedido es la única forma de honrar a las víctimas.