El hecho de que López Obrador cuente con el poder suficiente para hacer efectivas algunas reformas propició la depreciación del peso.
Entre el viernes 31 de mayo y el pasado viernes 30 de agosto, nuestra moneda se devaluó en 15.9 por ciento frente al dólar norteamericano.
Fue una de las divisas más devaluadas del orbe –si no la más– en ese lapso.
Como se ha dicho en numerosas ocasiones, no fue el triunfo de Sheinbaum lo que propició dicha depreciación, sino la mayoría calificada que obtuvo Morena y la intención abierta de hacer efectivas las reformas constitucionales planteadas por AMLO el 5 de febrero.
El secretario de Hacienda intentó parar la corrida frente al peso desde el mismo martes 4 de junio; la presidenta electa también trató de conseguirlo, infructuosamente.
La realidad de que AMLO cuenta con el poder suficiente para que algunas de esas reformas, como la del Poder Judicial, la de la Guardia Nacional o la que desaparece varios órganos autónomos, se hagan efectivas, propició esa depreciación, además de otros factores, como el alza de las tasas en Japón.
Para quienes dicen que lo que ocurrió no fue que se devaluara el peso, sino que se apreciara el dólar, hay que señalarles que el llamado ‘índice dólar’, que mide la paridad de la divisa norteamericana frente a otras monedas, en efecto, se fortaleció 4 puntos. Los otros 12 corresponden estrictamente al peso.
No sabemos bien a bien cómo vayan a reaccionar los mercados si las reformas se empiezan a hacer efectivas en este mes de septiembre.
Pero, le pongo solo un ejemplo.
Si en los próximos tres meses, nuestro peso se volviera a depreciar en la misma proporción en la que lo hizo en los pasados tres, terminaríamos el mes de noviembre con una paridad de 22.83 pesos.
Pero, eso es solo especulación.
Sin embargo, es tan factible ese escenario como otro en el que el peso se mantenga estable o incluso que se aprecie y regrese a niveles de 18, como algunos operadores creen.
El hecho es que hay una incertidumbre muy elevada.
Permítame subrayar los cuatro factores que, a mi juicio, incidirán en mayor grado en la paridad de nuestra moneda en lo que resta del año.
1.- La forma en la que se asuman las reformas que van a aprobarse.
Aquí la discusión es si el nivel que tiene nuestra moneda ya descontó los efectos de esa aprobación y si cuando esta se convierta en realidad, volverá a depreciarse.
2.- El discurso de Claudia Sheinbaum en su toma de posesión.
Será la primera expresión pública que tenga la hoy presidenta electa en su calidad de presidenta constitucional y los inversionistas estarán a la espera de señales en cualquier sentido, sean guiños que den confianza o señalamientos que la erosionen más.
3.- La elección en Estados Unidos, tanto la campaña como el resultado del martes 5 de noviembre.
Si Trump regresara a la Casa Blanca y llegara con un discurso empoderado y radical respecto a migración, seguridad y aranceles, dé por hecho que nuestra moneda se iría para arriba. Un triunfo de Kamala, quizá permitiría una mayor serenidad.
4.- El Paquete Económico para 2025 que se enviará al Congreso el 15 de noviembre.
Entre la mayor parte de los analistas se da por un hecho que será insostenible una propuesta para reducir el déficit fiscal de 5.9 por ciento (estimado para este año) a 3 por ciento en 2025.
Ya nos hemos enterado de que, además de las presiones al gasto derivadas de los programas sociales y del pago de pensiones, también deberá asignarse un cierto monto para concluir los proyectos que AMLO dejará inconclusos, notoriamente el Tren Maya.
Pero, adicionalmente, en la medida que el PIB resultaría en este año y el siguiente, con una cifra menor a la prevista, entonces, es claro que esa meta de 3 por ciento se ve distante.
El reto es que el proyecto económico que se vaya a plantear resulte creíble y convincente.
Si no es así, habrá castigo al peso y el dólar podría ir aún más arriba.
Si la confianza regresa, no le extrañe que nuestra moneda pueda fortalecerse notablemente.