Se dice que México está al borde de una regresión a las peores épocas de la hegemonía política del PRI.
Es una visión optimista de lo que pasa ahora mismo dentro de la maquinaria del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y del Tribunal Electoral federal.
No se trata de regresar al animal hegemónico que conocemos como “el viejo PRI”. Se trata de la fundación de un régimen autoritario nuevo, mucho peor: más poderoso, más indesafiable y, sobre todo, legal.
Lo que hay en las reformas constitucionales que se procesan a paso de vértigo rumbo a la llamada ventana de septiembre es el diseño de una dictadura legal, construida en nombre de la democracia, que pretende hacerse pasar como la verdadera democracia, que el pueblo sabio ha preferido sobre la otra, elitista y corrupta, que quiere dejar atrás.
Recordemos que el pueblo sabio no entregó al oficialismo las mayorías constitucionales que han resultado de las maniobras poselectorales, cuyo resultado puro y duro hasta ahora, con la complicidad del INE, es agregar 20 por ciento de votos y sobrerrepresentación a la mayoría e imponerle ese mismo porcentaje de subrepresentación a los votos recibidos por la minoría opositora.
Esta maniobra poselectoral es la que nos pone en el umbral no de un regreso a las épocas autoritarias del PRI sino a la inauguración en México de una autocracia legal, constitucional.
El régimen dictatorial del PRI no venía de la Constitución ni de las leyes, sino de la hegemonía electoral indesafiada del PRI, cuyo jefe nato era el presidente que, a través de su partido, ejercía poderes incontestables que Jorge Carpizo llamó metaconstitucionales, precisamente porque no estaban en la Constitución.
Las reformas constitucionales que se cocinan hoy vuelven legales los poderes autocráticos ilegales de los viejos presidentes del PRI.
Esas reformas legalizan la autocracia presidencial, mediante su captura del Poder Legislativo, a través de Morena y la captura del Poder Judicial, mediante la capacidad del Poder Legislativo de cambiar todas las leyes, sin consultar con otras fuerzas políticas.
Se trata de un animal que no conoce la historia de México, un animal que iguala los poderes dictatoriales del régimen con sus poderes legales.