Verónica Espinosa / Proceso
CIUDAD DE MÉXICO, (Proceso).– “La esposa de un gobernante debe decidir qué hacer porque nadie es dueño de su vida, al menos en México. Yo no soy propiedad de mi esposo ni del gobierno. Todas las mujeres somos libres de decidir por dónde queremos, podemos o debemos andar”.
Con esas palabras Beatriz Gutiérrez Müller ratifica en su libro Feminismo silencioso (editado por Planeta) la decisión que tomó cuando su esposo, Andrés Manuel López Obrador, se convirtió en presidente de la República en 2018: no asumir el rol de “Primera dama” ni los deberes que tradicionalmente le habían sido asignados o desempeñaron las esposas de los mandatarios.
En su obra, explica a la luz del sexenio de su esposo el papel que decidió desempeñar, las actividades familiares y profesionales que eligió atender y sus motivos.
También en una crítica a los medios de comunicación y periodistas, cuestiona la manera en que éstos siguieron y publicaron sobre su familia y sobre ella, pues refiere que hubo más atención a la ropa que usó y a la manera en que se condujo en eventos en los que apareció con el presidente y, por el contrario, hubo varias entrevistas que concedió a periodistas de distintos medios que no se publicaron “porque no les interesó lo que tenía que decir”.
De igual manera recrimina el papel del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) ante la andanada de solicitudes que en estos años preguntaron sobre sus funciones o cargos, sus ingresos y patrimonio.
Y, por lo menos en dos ocasiones, asienta que, aunque durante el sexenio decidió “hacerse de la vista gorda” y no proceder contra personas que consideró que “han abusado de su poder o de su fijación en contra mía y de mi hijo”, se reserva el derecho de proceder por las vías civil o penal.
“En una República democrática y de derecho, por la que yo misma he luchado, sé que existen leyes y códigos para sancionar la infinita cantidad de abusos libertinos. Si cambio de opinión, ¡nos vemos en los tribunales!”, advierte.
Detalla haber sido objeto durante el sexenio de lo que define como el fenómeno de “la transferencia”, que explica como el hecho de que a ella se le atribuya todo lo relativo al presidente como su esposo, lo que rechaza de manera tajante. “El fenómeno de la transferencia de la fama, del honor y de la reputación es muy común en la política, en las esferas del poder, en los medios de comunicación, pero no tiene lógica alguna”.
En este punto, cita un artículo del columnista Salvador García Soto, cuando éste escribió sobre un viaje al Caribe que Gutiérrez Müller hizo y del que ella hizo publicaciones en sus redes sociales. “Un tal Salvador García Soto hace inferencias vacías y revela una pasión exacerbada por la imaginación”, describe ante las referencias en las que, afirma, el columnista “insinúa que me escapé y que él lo descubrió”.
Gutiérrez Müller se queja de haber sido víctima de esta “transferencia” a lo largo del sexenio porque su persona es relegada y se impone la de su esposo el presidente. “Se montan todo tipo de elogios, maldiciones, desprestigios, favores, milagros, ocurrencias, enigmas, pecados, vítores, complacencias, aplausos, y un sinfín de energías” que, insiste, no le corresponden.
“Si vuelvo el tiempo atrás, no sólo por razones legales decidí la ruptura de la tradición de la Primera dama, tanto en la forma como en el fondo. En particular, me enfoqué en no entrometerme en el trabajo de mi cónyuge, no beneficiarme de él, poner fin a privilegios conocidos y, en síntesis, manifestarme como ciudadana, igual que el resto”, afirma Gutiérrez Müller en este libro que será presentado este martes 13 en el Zócalo, con la presencia del presidente López Obrador.
Incluso, revela que cuando López Obrador tomó protesta como presidente, ella elaboró un cuestionario para tener la certeza de cuáles serían sus nuevas condiciones de vida y el marco legal en el que se podría ajustar. El presidente le sugirió acudir con Arturo Zaldívar, entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia, a quien le entregó el cuestionario, que éste le respondió.
En él planteaba si era obligatorio ser “Primera dama”, cuáles serían sus obligaciones en lo privado y en lo público, si tendría que solicitar un presupuesto en caso de que tuviera obligaciones públicas que desempeñar y con qué criterios, lo mismo que para su hijo Jesús Ernesto, y si estaría obligada a hacer públicos sus ingresos profesionales u otros honorarios y si podría estar en un conflicto por solicitar becas o estímulos dentro de su actividad como investigadora en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Zaldívar le respondió en principio que no hay una figura legal de Primera dama y que tampoco habría un conflicto de interés con su trabajo en la BUAP ni en ninguna de sus actividades profesionales.
López Orador y Gutiérrez Müller. Cuestionamientos al “fenómeno de la transferencia”. Foto: Eduardo Miranda
Con estas respuestas en mano, Beatriz Gutiérrez concluyó que la figura de primera dama “es ilegal” y que, por décadas, ciertas mujeres (esposas de los anteriores presidentes) “se vieron obligadas a fuerza de la costumbre”.
Sostiene que la figura de la primera dama es un anacronismo antagónico a una democracia del siglo XXI. Y plantea como una tarea pendiente legislar o establecer criterios normativos sobre la actuación de la familia del presidente y sus límites, incluyendo los recursos que se asignan para su manutención o gastos, pues considera que esto no debe dejarse a criterio del gobierno en turno.
“Sería sano que por escrito quedaran de manifiesto los alcances y acotaciones de los cónyuges y los familiares de un (una) presidente”.
El aviso de Beatriz
En el libro, Gutiérrez Müller parte de la propuesta que sobre el papel de la esposa del presidente hizo desde 2016, posteriormente en 2012 y de manera más amplia en mayo de 2018, al final de la campaña (la tercera) de Andrés Manuel López Obrador.
Fue éste quien compartió en sus redes sociales un texto y un video en el que ella, desde Minatitlán, planteó “poner fin a la idea de la primera dama. ¿Por qué? Porque en México no queremos que haya mujeres de primera no de segunda”.
En ese mensaje, cita el artículo 80 de la Constitución, que señala que en México el Poder Ejecutivo recae en una sola persona. “De modo que el poder presidencial no debe ser de una familia, ni de un matrimonio”, y también afirmó que la esposa de un presidente en nuestros tiempos está obligada a decir y hacer las cosas de manera diferente, pues “ya no nos ven como un adorno, nosotras no somos mera vanidad, tenemos espíritu y corazón, tenemos iniciativa y coraje…”
Allí anunció que, de convertirse López Obrador en presidente, ella pretendía seguir haciendo lo que la realiza: madre, procurar a su familia y continuar con su profesión como académica e investigadora. Y desde ese entonces dejaba claro que no sería candidata a nada “ni seré funcionaria pública”.
A más de cinco años de aquel mensaje, en su libro Beatriz Gutiérrez dice ratificar cada una de sus propuestas: asumió el cambio, trazó una ruta en la que apoyaría a su esposo desde la cercanía necesaria “pero con el distanciamiento que –estoy convencida– debía guardar a la institución presidencial”; colocó en el centro a su familia y no renunció a la universidad donde trabaja, para continuar con su realización, pero también para “crear la justa distancia y el prudente respeto”.
Sin embargo, también expone que, aunque durante todo este tiempo se asumió ciudadana con los derechos de cualquier persona en esta condición, pese a estar casada con una persona “políticamente expuesta”, se resignó “a que el INAI envíe oficios a la universidad donde trabajo preguntando –cosa que dudo que hagan con otros colegas– cuántas horas trabajo; cuáles son mis actividades docentes, mi currículum; mi recibo de pago quincenal; cuánto es por retenciones de impuestos; cuántas tesis dirijo, cuáles clases doy”, de todo lo cual, expresa con curiosidad, no ha visto algo publicado.
Las referencias al INAI aparecen en otras partes del libro. Al explicar el sexismo hacia las mujeres públicas, Gutiérrez Müller sostiene que la indagación “constante y desmedida” sobre su persona y sus actividades no tienen un genuino interés en presentarla como una ciudadana con vida propia, sino en “averiguar para perjudicar”. Por ello, dice apilar incontables peticiones del INAI a distintas instancias, lo que ratifica como “un asedio constante”.
“El INAI se ha visto envuelto en varios casos escandalosos en tiempos recientes y ellos mismos se cubren, no son transparentes. El buen juez por su casa empieza”, sentencia.
Pide acabar con el “sexismo político” que con ojo frívolo la mira a ella, como no lo ha hecho, por ejemplo, con los esposos de gobernadoras o funcionarias de primer nivel, sobre quienes no se publica su manera de vestir, su físico o su trabajo.
“La prensa mexicana –sentencia Beatriz Gutiérrez Müller– acostumbra no divulgar nada que favorezca a la esposa del presidente”.