Conflictos con privados y acusaciones de corrupción. Un guiño para Hacienda. La insistencia del ala dura.
La determinación de Claudia Sheinbaum de nombrar una técnica para la dirección de CFE es recibida con optimismo por el sector energético. No solo por el hecho de que Emilia Esther Calleja dirige actualmente un área de fuerte interrelación con privados como es CFE Generación, sino, fundamentalmente por la salida de Manuel Bartlett.
Desde la semana pasada hubo rumores de que Bartlett se quería quedar. Esa sensación se aceleró en el equipo de transición con un editorial de defensa de Bartlett publicado en Milenio y escrito por Jorge Zepeda Patterson, que interpreta recurrentemente las ideas del vocero Jesús Ramírez. Vendría a ser la pluma más calificada de aquellas que están al servicio de Ramírez.
En el editorial había además un tema inquietante: se vinculaba la permanencia de Bartlett a la entrega de la constancia de presidenta electa a Sheinbaum.
El anuncio de Calleja relajó esos temores porque, además de tener una conducción de CFE muy agresiva para casi todos los privados, Bartlett está en el centro de diversos escándalos de corrupción, casi todos evidenciados por un patrimonio que ni él ni sus hijos están en condiciones de justificar.
Calleja ha tenido protagonismo en los acuerdos de CFE con Iberdrola, que es un esquema de colaboración con privados diseñado por Rogelio Ramírez De la O y sobre el cual Calleja ha sido una pieza importante.
Ahora en el sector empresarial esperan que esta determinación de la futura presidenta sea ratificada en la decisión del futuro director general de Pemex. Especialmente porque allí también se registra un fuerte ánimo de continuidad, a pesar del desastre financiero que dejará Romero.