Una cosa es tener menos hijos, fenómeno que ya ocurrió, al registrarse una tasa promedio de 2.27 hijos por mujer en el mundo (más pronunciadamente en países de Occidente) y de 1.6 hijos por mujer en México; y otro hecho muy distinto es no tener hijos ni desear tenerlos.
En la mayoría de países de Europa, América y Oceanía un número creciente de jóvenes y adultos eligen libremente no tener hijos (en África prevalecen altas tasas de fecundidad y los países de Asia tienen particularidades especiales).
Las cifras en México ya nos permiten confirmarlo. En 2018 no tenían hijos 33.7 por ciento de las mexicanas en edad fértil (15 a 49 años), y para 2023 subió a 37.1 por ciento quienes no son madres. Cuando se pregunta sobre el deseo de ser madres las cifras son más notorias: el total de las mujeres sin hijos que no deseaban tenerlos era de 31.3 por ciento en 2018; para 2023 este porcentaje subió a 50.1 por ciento, así que hoy la mitad de las mexicanas ni tienen ni desean tener hijos, se trata de un incremento de 18.8 por ciento.
El cambio generacional es evidente, en 2018 las mexicanas de 20 a 24 años que no tenían ni deseaban hijos eran 23.7 por ciento; para 2023 el no deseo subió a 43.2 por ciento; en el grupo de 15 a 19 años, en 2018 no tenían ni deseaban ser madres 25.2 por ciento; en 2023 el no deseo de hijos subió a 44.4 por ciento; en cinco años el aumento es cercano a 20 por ciento (Inegi, Encuesta nacional de la dinámica demográfica, 2023).
El acceso a los métodos anticonceptivos y al aborto ha permitido que sean voluntarias las decisiones sobre la maternidad y la paternidad, así como la decisión de elegir no ser madres ni padres. En México, el uso de métodos anticonceptivos de las mujeres en la primera relación sexual es de 47 por ciento, en el grupo de las adolescentes (de 15 a 19 años) el uso es mayor, 67 por ciento los utiliza, como está documentado, el empleo de anticonceptivos nunca asegura 100 por ciento de efectividad.
En cuanto al aborto, 20.6 por ciento de las mujeres en edad fértil reportan que recurrieron al aborto inducido o intencional en su último embarazo (de los cinco años previos), 27.2 por ciento de las jóvenes de 20 a 24 años interrumpieron su embarazo intencionalmente y así lo hicieron 21.9 por ciento de las adolescentes de 15 a 19 años; los porcentajes más altos ocurren en Ciudad de México, Baja California Sur y Tabasco, los menores se reportan en Oaxaca, Puebla y Chiapas (ibidem).
No hay duda de que las normas sociales están cambiando. Las redes sociales, los influencers y el intercambio que propician entre las juventudes del mundo ha contribuido a estos cambios; hay plataformas para crear conciencia de que una vida sin hijos también podría ser una vida cotidiana normal y feliz. Estas redes no tienen como objetivo convencer a la gente para que no tenga hijos.
Hacia la década de 1970 comenzó a generalizarse la expresión child free (libre de hijos), término que entre feministas denotaba la necesidad de visibilizar que muchas mujeres no querían ser necesariamente madres; muchos hombres también se pronunciaron child free para rechazar la idea de que es obligación ser padres, y para expresar que se puede decidir voluntariamente no tener hijos.
Sin duda, se presiona más las mujeres que a los hombres para formar una familia y seguir el guion de la vida tradicional, pero los movimientos de mujeres relativos a las decisiones sobre su cuerpo y sobre la maternidad voluntaria han tenido impacto, principalmente en las nuevas generaciones.
La elección de no tener hijos obedece a diferentes razones, algunas encuestas de España y de Estados Unidos reportan como razón principal que no desean tenerlos, que nunca se ven en ese papel; otros esperaban tenerlos más tarde y cuando lo intentaron ya no fue posible, hay quienes se refieren de manera pesimista al futuro, por el cambio climático y el estado del mundo, también se habla de problemas prácticos y financieros, el costo de vivienda, de escuelas y la atención médica.
Es muy probable que se vaya normalizando el no tener hijos en México, como ocurrió hace algunas décadas en Europa. Las nuevas generaciones se dan tiempo para reflexionar y analizar las implicaciones de la maternidad y de la paternidad, y no se asume como un destino.
La tendencia podría cambiar cuando los papás se corresponsabilicen más del trabajo de cuidados no remunerado, sobre todo de bebés y niños, y si se logra una efectiva ejecución del sistema nacional de cuidados, anunciado por la virtual presidenta electa y también por la futura jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Hay que considerar que el cuidado de menores de cinco años sigue cargándose sobre los hombros de las mamás (86.3 por ciento) y de las abuelas (7.6 por ciento), y sólo a 6 por ciento los cuida el padre, abuelo, tía u otros (Inegi, Encuesta nacional para el sistema de cuidados, 2022).
*Secretaria general del Conapo