Delegados, gobernadores y congresistas demócratas brindan su respaldo a la vicepresidenta. Los líderes del partido en el Congreso aún no se han pronunciado
Iker Seisdedos
El respaldo ofrecido el domingo por el presidente Joe Biden a su vicepresidenta, Kamala Harris, pocos minutos después de que aquel anunciara que se apeaba de la carrera presidencial, abrió las compuertas de una cascada de apoyos para su número dos. Durante la tarde y la noche, centenares de delegados, destacados gobernadores ―como el de Kentucky, Andy Beshear, o el de Illinois, J. B. Pritzker―, miembros de la Administración de Biden e influyentes congresistas y senadores ―entre ellos, Alexandria Ocasio-Cortez y Elisabeth Warren―, así como los Clinton, se alinearon con la posibilidad de la candidatura de Harris a la presidencia de Estados Unidos.
Tras las semanas de discusiones y nervios que siguieron al desastroso espectáculo que Biden dio ante una audiencia de más 50 millones en su debate del 27 de junio contra Donald Trump… ¿era esa la señal de que por fin todo el partido se presentaba unida en torno a la opción a priori más lógica? No todo: algunos pesos pesados demócratas evitaron hacer público su entusiasmo con la idea de que la segunda de Biden dé un paso al frente.
Entre esos disidentes, está la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que preferiría la celebración de unas “miniprimarias” para escoger aspirante, y está el expresidente Barack Obama, cuyo entorno explicó a los medios estadounidenses que estaba aplicando la misma cautela que en las primarias de 2020, cuando no se decantó por ninguno de los candidatos en liza. Otros que también guardan silencio, se interpreta que en un acto de responsabilidad, son los líderes demócratas en ambas Cámaras: el de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, y el de la minoría en el Congreso, Hakeem Jeffries.
En las primarias, Biden se aseguró el apoyo de 3.939 delegados de los poco más de 4.000 que se citarán en Chicago en la Convención Nacional Demócrata, cuya celebración está prevista entre el 19 y el 22 de agosto. Según las reglas del partido, esos delegados quedan liberados para votar a quien quieran ahora que su candidato se ha retirado de la carrera. Los defensores de resolver el asunto de la sucesión sin más debate argumentan que esos simpatizantes estaban votando en realidad por el ticket que formaban Biden y Harris.
La campaña del presidente se rebautizó formalmente el domingo como “Harris para presidenta”, lo cual da a la candidata acceso a una cuenta que tenía 96 millones de dólares (unos 88 millones de euros) en efectivo a finales de junio. Asimismo, quienes trabajaban en la candidatura de Biden pasaron automáticamente a hacerlo en la de Harris. En las horas que han pasado desde el anuncio histórico de la renuncia, su campaña recaudó un récord de 50 millones de dólares en donaciones, la mayor parte de ellas provenientes de pequeños donantes.
De momento, ningún otro demócrata ha salido a la palestra con una candidatura sólida, aunque este lunes por la mañana Joe Manchin, senador por Virginia Occidental, pareció que lo haría. Manchin es uno de los políticos más influyentes de Washington. Convencido centrista (un perfil indispensable para que un demócrata gane en un Estado tan conservador como el suyo), ejerció de contrapeso en el Capitolio a las políticas más progresistas de Biden, especialmente a las medioambientales, perjudiciales para la importante industria del carbón de Virginia Occidental. En mayo pasado, dejó el partido y se registró como independiente. El domingo a última hora amagó con volver a la formación para poder presentarse a la presidencia. Por la mañana negó que esas fueran sus intenciones.
Que Harris será muy probablemente la aspirante a la Casa Blanca lo piensan también en la campaña de Trump, que en las últimas horas ha afilado los cuchillos contra ella. Entre otras tácticas, han contratado anuncios atacándola en los Estados decisivos. En esos territorios, Harris tiene mejores perspectivas de las que tenía Biden, y también puede presumir de mayores apoyos entre los votantes negros, los jóvenes y las mujeres.
Además, Harris, de 59 años, ofrece una imagen mucho más enérgica que la que daba su jefe, y también que la de su contrincante republicano, de 78 años. Ese enfrentamiento esconde además un capricho del destino interesante: la demócrata tiene un pasado como fiscal general en California, mientras que el republicano es un delincuente convicto, al que un jurado de Nueva York consideró culpable de 34 delitos graves en el caso Stormy Daniels.
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