En las últimas semanas se ha difundido la mentira de que las diputaciones de representación proporcional a nivel federal deben ser repartidas con base en los votos obtenidos por las coaliciones y no, como se ha hecho por una década, con base en los votos obtenidos por los partidos políticos.
La mentira busca quitarle a la coalición morenista la mayoría calificada y así evitar que Sheinbaum apruebe reformas que no le gusten al PRI-PAN.
La forma en la que se difundió esta mentira es una radiografía cómo se esparcen ideas falsas en medios.
Todo comenzó cuando dos días después de la elección, Jesús Martín Reyes, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IJJ) mencionó en sus redes sociales que, en vez de argumentar que la elección había sido un fraude, una mejor estrategia para la oposición era dar “la batalla” para que el INE repartiera por coaliciones.
El exconsejero electoral, Ciro Murayama, comenzó. Al día siguiente, publicó una columna donde sugería que en “defensa de la democracia” el INE debía repartir por coalición. Un día después, el exconsejero Lorenzo Córdova hizo lo mismo. Ambos omitieron mencionar que ellos sabían de primera mano que, para repartir por coalición se necesitaba una reforma constitucional. Lo sabían porque el INE mismo, con el voto de ambos en 2021, había aprobado que la repartición se hiciera por partido. En su momento, Murayama se quejó. Córdova ni eso. Tan claro tenía Murayama que se necesitaba una reforma constitucional que en abril del 2024 lo escribió en Nexos.
La estrategia de deshonestidad intelectual cundió. Opinadores que no se molestaron en leer los acuerdos del INE los secundaron de inmediato. Carlos Bravo llamó a la batalla, “perfectamente democrática”. Salvador García repitió el argumento de Murayama. Loret de Mola y muchos lo entrevistaron sin cuestionario.
La mentira escaló. A tan solo cuatro días de la elección, Murayama escribió un texto, ya en tono más aguerrido, argumentando que “el gobierno” (sic) buscaba darle “un exceso de diputados a Morena”. Ya no se trataba solo de presionar al INE para que interpretara la ley a modo de la oposición y en contra de sus acuerdos previos. La mentira ahora llegaba al punto extremo de argumentar que el gobierno federal haría el reparto con la intención de “abatir la democracia”. Una mentira terminante.
Yo evidencié la mentira en mi red social de X, pero mi voz quedó silenciada en un mar de cuentas opositoras.
La batalla se desató. En cuestión de días vinieron tres textos más en Nexos (Martín & Garza, Jun 10; Woldenberg Jun 11, redacción Jun 11), otro en El Financiero (Murayama, Jun 12), Etcétera (redacción Jun 14) y La Crónica (Becerra, Jun 18). El lenguaje ya era reaccionario. Se hablaba de que se estaba cocinando “un fraude a la ley” con el fin de que “le sea regalada la mayoría calificada” a Morena.
Más columnas siguieron. Todas repitiendo el argumento de Murayama sin tomarse la molestia siquiera de leer los acuerdos del INE. Vino Pascal Beltrán, Liébano Sáenz, Luis Rubio, Alejo Sánchez Cano, Macario Schettino, Sergio Sarmiento, Rolando Cordera Campos, Coparmex, Mexicanos Contra la Corrupción y un desplegado firmado por José Ramón Cossío, María Marván, Pedro Salazar, Diego Valadés, entre otros. Como “pruebas” algunos agregaban sentencias viejas y leyes que ya no existen. Influencers lo llevaron a Tiktok e Instagram.
El cinismo, la ignorancia o la deshonestidad intelectual se desbocaron. A unas semanas de la elección ya se hablaba de que Sheinbaum era una presidenta “ilegítima” que tomaría posesión respondiendo “a un delincuente electoral”, “a un enfermo”. El Frente Cívico Nacional llamó a una protesta masiva para evitar la sobrerrepresentación porque con ella “Sheinbaum eliminará al poder judicial”.
Y mientras todo esto pasada. Mientras las distorsiones planteadas por Murayama se volvían sentido común con una velocidad sobrecogedora, el propio Murayama, Denise Dresser y otros columnistas se quejaban de que la prensa está plagada opinadores mentirosos de “la izquierda oficialista”.
Para entonces, solo tres opinadores habían contradicho a Murayama y dicho la verdad: Hugo Garciamarín (Jun 6 y 11), Arturo Zaldívar (Jul 16) y Enrique Quintana (Jul 16).
Lo que ninguno ha dicho, pero yo agrego, es que si le quitan a Morena la mayoría calificada a la mala, la inestabilidad política será mayor . Y como la historia nos ha enseñado, tal indignación terminará empoderando aún más a Morena.
Murayama no lo sabe, pero está trabajando para Obrador.