Los inversores dan ahora un 70% de probabilidades a una victoria electoral del candidato republicano. Sus medidas podrían anular el aumento del beneficio por acción de las empresas europeas en 2025, según Goldman Sachs.
Nuria Salobral
Los inversores de todo el mundo se costumbraron a convivir con Donald Trump casi a diario entre 2017 y 2020. Sus continuos mensajes en el entonces Twitter y sus declaraciones incendiarias llegaron a mover como un péndulo al mercado, con constantes avisos sobre la guerra comercial que declaró a China y que tuvo su onda expansiva en el comercio mundial. El expresidente de Estados Unidos, el primero en haber sido condenado por un delito, regresa ahora a la agenda de los inversores, ante la evidencia de que tiene claras opciones de ganar las elecciones presidenciales del próximo noviembre.
La convención celebrada esta semana por el partido republicano ha entronizado a Trump como líder indiscutible y el atentado fallido que sufrió el 14 de julio ha reforzado su imagen y sus opciones a la Casa Blanca, favorecidas además por un rival, el demócrata Joe Biden, al que su propio partido ya le pide que se retire en favor de otro candidato. Los inversores conceden ahora un 70% de probabilidades a que Trump gane las elecciones en noviembre y han comenzado a anticipar el posible escenario que traerá su mandato: Estados Unidos podría imponer aranceles generales del 10% a las importaciones -incluidas las europeas-, forzar el fin de la guerra en Ucrania, impulsar la extracción y exportación de combustibles fósiles nacionales y ampliar y profundizar la rebaja de impuestos.
Este es el ideario en materia económica expuesto por Trump y que este lunes, en la primera sesión tras el atentado, ya dejó un primer efecto en los mercados financieros. Ese día, el dólar apenas fluctuó frente al euro pero sí se apreció ante divisas emergentes y el yuan chino, el S&P 500 y el Russell 2000 llegaron a subir alrededor del 2% mientras el Eurostoxx llegó a caer casi en la misma proporción y el rendimiento del bono de EE UU a 30 años superó al de dos años por primera vez desde enero. En Citi afirman que no conviene exagerar esos movimientos, que apenas han tenido continuidad, pero reconocen que sí ofrecen un valioso elemento para el análisis del alcance potencial de un mandato del republicano. “Las implicaciones de una segunda presidencia de Trump para Europa serían significativas”, señala el banco estadounidense, que también avisa de que para el resto de 2024 y 2025, los acontecimientos económicos y políticos en Estados Unidos podrían tener un impacto inusualmente elevado en la economía y las políticas europeas.
La gran amenaza para Europa está en el arancel del 10% a las exportaciones a EE UU. El superávit comercial de 134.000 millones de euros (1% del PIB) de la zona euro con Estados Unidos la hace más vulnerable a una guerra comercial. La propia presidenta del BCE, Christine Lagarde, apuntaba este jueves tras la reunión del Consejo de Gobierno que decidió mantener sin cambios los tipos, que “las exportaciones son clave en la recuperación”. “Estaremos atentos a las decisiones, las tome quien las tome”, añadió.
En Goldman Sachs han calculado que ese arancel podría restar un 1% al PIB de la zona euro, con un impacto directo en el beneficio por acción de las empresas europeas. El banco estadounidense estima que unas menores ventas a causa de los aranceles restaría entre un 6% y un 7% al beneficio por acción de las compañías europeas en 2025, un impacto más que suficiente para eliminar su crecimiento el próximo año. Goldman Sachs maneja ahora un descenso del 4% de ese beneficio por acción. “Al observar la respuesta de los precios a los anuncios de aranceles en 2018-19, los mercados emergentes fueron los que obtuvieron peores resultados, en particular China. Europa se sitúa en una posición intermedia, con Alemania más afectada que Francia. Estados Unidos fue el menos afectado, junto con los mercados más defensivos, como el FTSE 100 británico”, explican en Goldman Sachs.
La receta económica de más aranceles y menos impuestos que promulga Trump entraña un riesgo inflacionista justo en el momento en que los bancos centrales están preparando el terreno para las bajadas de tipos. Un dólar previsiblemente más fuerte frente al euro sería un elemento en contra del descenso de la inflación que persigue el BCE aunque también cabe el supuesto contrario, el de un efecto desinflacionista. El aspirante republicano a la Casa Blanca ha mostrado su disposición a poner fin a la guerra en Ucrania, promoviendo negociaciones de paz entre Kiev y Moscú. Un acuerdo favorecería el descenso de los precios de las materias primas energéticas. Así, según apuntan en Citi, “la oferta podría verse impulsada por nuevas importaciones de energía procedentes de Rusia en caso de que se ponga fin a la guerra en Ucrania y por combustibles fósiles baratos procedentes de la minería estadounidense desregulada”. El apoyo de Trump a los combustibles fósiles y su negacionismo del cambio climático podría encontrarse con represalias comerciales de la UE pero en balance, “parece ligeramente más probable un impacto desinflacionista”, añade el banco estadounidense. En tal caso, el BCE podría avanzar en su camino de recorte de tipos.
En Federated Hermes, gestora estadounidense con activos gestionados por más de 750.000 millones de dólares, reconocen que “el mercado parece estar valorando cada vez más una victoria de Trump en noviembre, y los inversores anticipan que surgirá una administración favorable a las empresas, con menos impuestos y menos regulaciones”. Una de las pruebas más evidentes de esta expectativa es el interés que han despertado los valores de pequeña y mediana capitalización en los últimos días. “A medida que avance el verano se verá si se trata de una reacción instintiva al aluvión de recientes anuncios republicanos o del inicio de una rotación más significativa”, afirma Mark Sherlock, responsable de renta variable estadounidense de la gestora. En una primera lectura, y ante un escenario de guerra comercial, los inversores ven más potencial para las pequeñas y medianas empresas de EE UU, habitualmente más concentradas en el mercado doméstico. Pero un triunfo de Trump también entraña el riesgo de mayor tensión financiera y de rentabilidades al alza para la deuda, un supuesto claramente negativo para las small caps, que sufren más que las grandes compañías los tipos de interés elevados.
Trump propone más aranceles y también menos impuestos, lo que no haría sino agravar la delicada situación de la economía estadounidense en cuanto al déficit y la deuda pública. Robert Ostrowski, director de inversiones de renta fija de Federated Hermes, advierte de que nuevos recortes fiscales podrían influir en la inversión empresarial, el crecimiento del mercado laboral pero también en el tamaño del déficit presupuestario del país. En su opinión, las propuestas del magnate republicano son “potencialmente perturbadoras en términos de inflación, condiciones financieras, curva de rendimientos y política requerida por la Fed. La dirección y el liderazgo actuales de la Fed también podrían estar sobre la mesa”. Bien conocida es la desfavorable opinión de Trump sobre Jerome Powell.
En el supuesto de un segundo mandato del líder republicano habrá sin duda claros ganadores y perdedores. Entre los ganadores, la industria petrolera y armamentística, la financiera, la de salud, en un sistema profundamente privatizado, y las grandes tecnológicas, con una previsible menor presión regulatoria. Entre los perdedores, la industria de las energías renovables y las exportadoras europeas y chinas. Según afirma Mark Dowding, director de inversiones de RBC BlueBay Asset Management, “desde una perspectiva puramente estadounidense, la agenda que persigue Trump podría seguir perpetuando el crecimiento económico por un tiempo, incluso si llega un día en que el comandante en jefe se enfrente a un mercado de bonos descontento, solo para aprender que, después de todo, su poder tiene límites”. Aunque Estados Unidos sea la primera potencia económica mundial, no sería la primera vez que la promesa electoral de menos impuestos queda aparcada cuando los inversores temen por el equilibrio de las cuentas públicas.