James David Vance, como Donald Trump, cree en que hay que frenar a los migrantes, sin excepción, y acabar con los cárteles de las drogas.
La designación del senador James David Vance, mejor conocido como J.D. Vance, como compañero de fórmula de Donald Trump para la vicepresidencia, son pésimas noticias para México. Vance, un exmarine, se encuentra en la primera línea de la infantería que quiere que el jefe de la Casa Blanca, sin importar que sea republicano o demócrata, envíe tropas a México para combatir a los cárteles de la droga porque, afirma, han desestabilizado al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y en un plazo no mayor de tres años podrían convertir este país en un Estado fallido.
Vance, a diferencia de Trump que ha jugado políticamente con el tema de los cárteles de las drogas mexicanos, está ideológicamente convencido de que hay que acabarlos antes de que el fentanilo acabe con la sociedad estadounidense. “Este tema es personal”, afirmó en un spot que difundió durante su campaña para el Senado en 2022. Es cierto. Nacido en el seno de una familia disfuncional en Middletown, una pequeña comunidad rural en la gran zona metropolitana de Cincinnati, Ohio, vio la degradación de su madre en un matrimonio sin amor, con mucho alcohol y opio. En aquel
spot pregunta, “¿es usted racista?, ¿odia a los mexicanos? No importa lo que digan de nosotros. Primero va Estados Unidos”.
Trump parece un político de extrema derecha, pero Vance ciertamente lo es. Como sucede con todos los reconvertidos, pasó de ser de un feroz crítico de Trump hace menos de ocho años, a su incondicional en el movimiento MAGA –Make America Great Again–, el eslogan del expresidente en su campaña en 2016. Vance se enteró del nombramiento el lunes, media hora antes de que Trump lo hiciera público, dejando en el camino al senador de Florida Mark Rubio, ante las preocupaciones sobre dos candidaturas del mismo estado, y al gobernador de Dakota del Norte, que firmó una ley draconiana contra el aborto.
Para los populistas que abundan entre los leales de Trump, fue un día de fiesta. Abiertamente antinmigrante, aislacionista, proteccionista y globalifóbico, Vance, de 39 años, es un mensaje para los electores nacionales que no quieren extranjeros en sus empleos y una aparente garantía para asegurar el voto en Ohio, uno de los estados que han sido altamente competidos en este siglo, donde el candidato republicano amaneció este martes con una ventaja de casi 9 puntos sobre el presidente Joe Biden.
Ideológicamente, Vance se asemeja a López Obrador, quien como Trump también es pragmático. Pero lo que venga después de las elecciones en Estados Unidos, en noviembre, ya no le tocará al tabasqueño, sino a su sucesora, Claudia Sheinbaum, que es más capaz técnicamente que su mentor, pero no tiene su empaque para enfrentar a un toro que siempre acomete. La elección está lejos en el calendario pero cerca en el tiempo, y la relación bilateral con Estados Unidos no está bien, pese a las apariencias.
Pese al suave tono del gobierno de Biden con López Obrador y la tolerancia a sus chantajes con la válvula migratoria, la Casa Blanca le ha reducido drásticamente el nivel de interlocución. De haber sido primero sus pares la vicepresidenta Kamala Harris, y luego John Kerry, representante especial de Biden con gran prestigio internacional, las dificultades para lidiar con López Obrador las resolvieron con el trato a través de una funcionaria, importante pero de tercer nivel en la Casa Blanca, Elizabeth Sherwood-Randall, que sólo hablaba de seguridad y migración con el Presidente, y el desprestigiado embajador en México, Ken Salazar. Un segundo periodo de Biden, si ganara la reelección, probablemente sería diferente, pues ya no tendría que tratar a México con algodones para cuidar el voto, y lo mismo con Trump, que estaría en su último cuatrienio.
De ahí emana el temor que un segundo periodo del expresidente sería de pesadilla para muchos países, y en particular para México con una designación que complica el escenario. Hace un año, en el programa dominical de la cadena de televisión NBC Meet the Press, Vance dijo que, de muchas maneras, el gobierno mexicano estaba desestabilizado por el flujo constante del fentanilo. “Si piensa que el problema del fentanilo es malo ahora –le dijo a su entrevistador–, ¿se imagina dentro de tres años cuando los cárteles de la droga sean más poderosos que el Estado mexicano en sí mismo?”.
En esa misma entrevista se pronunció por el uso del poder militar de Estados Unidos para cazar a los cárteles mexicanos, que, dijo con base en datos de la DEA, en 2020 y 2021 habían incrementado sus utilidades 14 veces por año con toda la droga que estaban introduciendo a su país. Junto con la decisión de usar a las Fuerzas Armadas contra los cárteles, que es algo que Trump ha dicho que hará tras recuperar la Casa Blanca, la inmigración por México es otra de sus prioridades.
En enero de este año introdujo una iniciativa de ley para prevenir que los agentes federales desmantelaran los alambres de púas y los muros que han levantado los gobiernos de los estados fronterizos con México, para contrarrestar la decisión de la Suprema Corte que le permitía a la administración Biden hacerlo. “Cada estado a lo largo de la frontera con México debe tener el derecho de defender su territorio”, agregó. En mayo calificó de “invasión histórica” el flujo migratorio por la frontera con México. Vance, como Trump, coincide en que hay que frenar a los migrantes, sin excepción, y acabar con los cárteles de las drogas, que ven en ambos casos como amenazas para la sociedad pura, racista y xenófoba en la que quieren vivir y gobernar.
Si había preocupación por la posibilidad de que un extremista, radical y populista como Trump regrese a la Casa Blanca, ahora existe la probabilidad de que la elección de noviembre nos regale el dos por uno. Hay tiempo, pero no mucho, para que Sheinbaum construya los dos escenarios, Biden y Harris o Trump y Vance. En los dos casos enfrentará dificultades, pero definitivamente con los ultras republicanos será peor.