Continuidad con cambio: la fórmula es tan fácil y tan funcional que se usa en toda sucesión donde no hay alternancia sino, precisamente, continuidad.
Es el caso López Obrador/Sheinbaum, y es la fórmula adecuada para Sheinbaum antes de tomar el poder.
Pero no es precisamente la que le gusta a López Obrador quien, políticamente hablando, tiene tomada a su sucesora en casi todos los ámbitos de decisión sucesoria.
Tanto que anuncia, desde su conferencia mañanera, la continuidad en puestos claves de gente que la sucesora no ha mencionado: el Seguro Social, la Cofepris, la Subsecretaría de Salud.
La sucesora no respinga a las formas atrabiliarias del Presidente, lo cual es una manera de reconocer su posición de debilidad en el tranco sucesorio que le queda.
Veremos cómo responde cuando asuma el poder y tenga los poderes formales de presidenta que hoy no tiene.
Aparte del forcejeo desigual que vemos en la diarquía sucesoria, está la realidad.
El propósito de continuidad en aspectos fundamentales del gobierno, parece imposible para la sucesora.
Porque los problemas heredados, en todos los frentes, salvo el electoral, siguen ahí.
Continuar por donde han ido en materia económica y fiscal, parece no sólo difícil, sino potencialmente catastrófico.
Continuar con la política de abrazos no balazos en seguridad, igual.
Continuidad en salud, es un camino a la insalubridad nacional crónica, y el de la educación, a la deseducación crónica del país.
Inviables son los caminos seguidos hasta ahora en Pemex, CFE y en la política de infraestructura emblemática: el Tren Maya, Dos Bocas, AIFA.
Qué decir de la continuidad en la política internacional aislacionista, procuba, prorusa, comercialmente prochina, ante la reemergencia de un Trump reforzado en la presidencia de Estados Unidos.
Todo será posible en estas cuestiones centrales del gobierno que llega, menos la continuidad.
No sabemos lo que cambiará el nuevo gobierno, dependerá al principio del espacio de maniobra que le deje el anterior.
Pero más de lo mismo en todos esos ámbitos, será una garantía de malos resultados.
La realidad pide cambios. El gobierno saliente quiere una continuidad ampliada.
Es el dilema de la sucesión que vivimos: un nuevo gobierno obligado a la continuidad ampliada que quiere el viejo.