CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y quien será su secretario de seguridad pública, Omar García Harfuch, tendrán que lidiar con la violencia e inseguridad en el país sin tener el control de la Guardia Nacional (GN), el poderoso cuerpo del Ejército que nunca se ha concebido como una institución subordinada al poder civil.
Creada en los escritorios del Estado Mayor de la Defensa Nacional, la GN, con sus 133 mil 600 elementos, quedará integrada como un cuerpo más del Ejército cuando la próxima Legislatura logre culminar lo que no pudo el gobierno saliente de Andrés Manuel López Obrador.
Ante la falta de control de la GN, Sheinbaum y García Harfuch buscan una salida lateral: concentrarse en tareas de inteligencia y coordinarse con los gobiernos estatales. Ambos propósitos advierten serias dificultades para la próxima administración.
La virtual presidenta electa dice que la política pública en la materia dependerá de ella y su secretario de Seguridad. Con ese argumento niega que haya una militarización de la seguridad en el país.
De ser así, el mando civil tendría que dictarle a los militares de la Guardia Nacional los lineamientos para su actuación, lo que se ve muy lejano de la realidad. En lo que va de todo este siglo la experiencia demuestra que eso nunca ha ocurrido. En los gabinetes de seguridad se han dado fuertes confrontaciones por el control del mando en la materia.
Ni el entonces hombre fuerte del gobierno de Felipe Calderón, su secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna –hoy preso en Nueva York, acusado de narcotráfico–, pudo con la oposición del general, ahora en retiro, Guillermo Galván, en ese momento jefe del Ejército.
Ya desde los noventa, cuando el gobierno de Ernesto Zedillo vistió a militares de policías federales, los conflictos por el mando entre civiles y militares abortaron lo que fue la Policía Federal Preventiva.
Durante el actual gobierno, la titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSyPC), y próxima secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, careció de mando sobre la Guardia Nacional, creada en julio de 2019.
El mando real lo tuvo el general retirado Luis Rodríguez Bucio, primero como comandante de ese cuerpo del Ejército y luego como subsecretario de la SSyPC. Con la incorporación total de la GN al Ejército, ya no será necesario recurrir a esa treta.
Por lo que hace a las actividades de inteligencia, García Harfuch se topará también con el poder militar. López Obrador entregó la inteligencia civil a los militares. Lo que fue el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) lo convirtió en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y lo puso en manos del general retirado Audomaro Martínez Zapata.
El control de lo que fue el aparato civil de seguridad del Estado mexicano quedó prácticamente en manos de la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena). El Centro Nacional de Fusión de Inteligencia, una entidad creada durante el gobierno de Enrique Peña Nieto dentro del Cisen, pasó a manos de Luis Rubén Sandoval Medina, hijo del titular de la Sedena, el general de división Luis Cresencio Sandoval.
Aunque no es militar, el hijo del jefe del Ejército es quien recibe toda la información de inteligencia que se genera en los cinco centros regionales distribuidos en el país. García Harfuch tendría que recuperar ese aparato o aventurarse a la creación de otra instancia en la que no intervengan los militares.
Un aparato paralelo a la GN
La coordinación con los gobiernos de los estados también pasa por los militares. En las recientes décadas, gobernadores del PRI, PAN y Morena han dejado en jefes militares la seguridad estatal, sobre todo del Ejército, y en menor medida de la Marina. No hay estado de la República exento, en algún momento, de la presencia de soldados o marinos como responsables de la seguridad.
Si la próxima presidenta pretende crear un aparato civil de seguridad, paralelo a la Guardia Nacional, el nieto del general Marcelino García Barragán estará acotado por el poder militar y condenado a repetir las confrontaciones entre civiles y militares en el próximo gabinete de seguridad.
Si el propósito no es recuperar presencia civil en seguridad, habrá que esperar cuánto tiempo pasa para que García Harfuch asuma su curul en el Senado.