Diversos analistas políticos, incluso académicos que colaboran en medios, utilizan indistintamente los términos “izquierda” y “progresismo” como si fueran sinónimos. Pero no lo son. Conceptualmente hablando, existen diferencias profundas entre una opción política y otra.
Estas dos corrientes disputaron la candidatura presidencial de la 4T, y durante la campaña interna mostraron claramente sus diferentes nociones de país. Claudia se ancló a la izquierda, en tanto que Marcelo ofreció un talante progresista, que suele atraer a los segmentos de derecha más liberales.
En la Ciudad de México, por ejemplo, los únicos gobiernos de izquierda han sido los de AMLO-
Encinas y Claudia-Martí. En ambos casos, los interinos mantuvieron la línea política. El gobierno de Cuauhtémoc-Rosario y el de Marcelo, en cambio, se quedaron en el progresismo. Mancera no está en esa lista, pues muy pronto se reveló como un derechista inescrupuloso y frívolo. “Mancerita”, le dicen, para dimensionar su estatura política.
Clara Brugada está aún más a la izquierda. Es una líder social que emergió del movimiento urbano popular. En lugar de optar por el análisis contemplativo desde un cubículo, asumió con entusiasmo la filosofía de la praxis. Por eso se fue a vivir de joven, siendo todavía estudiante de economía, a una de las colonias más marginadas de Iztapalapa. Y desde ahí ha hecho toda su carrera política.
Las izquierdas, en general, buscan transformar el sistema capitalista de manera estructural, a fin de lograr la justicia social y económica. Algunas izquierdas hacen énfasis, igualmente, en la libertad y en la fraternidad. Otras no. Pero el tema de la igualdad es lo que identifica a todas las izquierdas.
El progresismo no pretende cambiar el sistema capitalista, sino avanzar de manera gradual en determinadas libertades individuales y colectivas, pero sin combatir frontalmente la desigualdad estructural.
Las izquierdas enfatizan la protección del Estado a minorías y grupos marginales. La prioridad del progresismo son los derechos civiles y políticos de las personas. En esto último coinciden con algunos segmentos de derechas, pero se diferencian de otros en temas morales. El progresismo respalda el libre desarrollo de la personalidad, al igual que las izquierdas, mientras que la derecha más conservadora rechaza el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y niega la diversidad sexual, entre otros aspectos.
Para las izquierdas tienen mayor importancia todas aquellas políticas que hacen iguales a los seres humanos. Las izquierdas postulan que la sociedad debe trabajar en conjunto para el bien común, y no solo para el beneficio de unos pocos. El progresismo, a su vez, defiende prioritariamente libertades y garantías individuales como la libertad de expresión, de asociación, de religión y el derecho al voto, entre otras.
Las izquierdas plantean la lucha contra la opresión y la desigualdad como un todo, mientras que el progresismo opta, estratégicamente, por la segmentación de los movimientos sociales. Así, el reconocimiento de derechos de minorías que postula el progresismo es aceptado por el statu quo, porque no modifica las estructuras de desigualdad.
Las izquierdas pugnan por derechos universales, es decir, para todos; el progresismo prefiere los programas sociales temporales, sectorizados y condicionados a resultados. Las izquierdas reconocen los derechos individuales, pero asume como prioritario el interés social. El progresismo es generalmente más receptivo a temas como el medio ambiente, el cambio climático y las energías renovables, aun cuando estos problemas se aborden desde “soluciones creativas” que suelen presentarse como “servicios” en los que el capital privado tiene preferencia sobre la regulación del Estado.
La postura igualitaria de las izquierdas no significa que los seres humanos seamos iguales en todo. Hay aspectos que nos hacen también diferentes. El principio de igualdad y no discriminación, que izquierdas y progresismo comparten, recomienda a las autoridades adoptar ajustes razonables para lograr una igualdad sustantiva y no meramente formal entre las personas.
Sin embargo, el progresismo, al igual que las derechas, prioriza las libertades individuales sobre los derechos económicos, sociales y culturales, de carácter colectivo, que requieren de la intervención del Estado. Las izquierdas, en suma, enfocan su atención en remover los obstáculos que convierten a las personas en desiguales. El progresismo cree y defiende la meritocracia.