Esbocé ayer la ruptura que puede darse, que se ha dado históricamente, entre un candidato oficial a la Presidencia y un presidente que quiere imponérsele como jefe transexenal.
Me pregunto ahora qué sucedería entre un presidente con esa vocación de absolutismo transexenal y el triunfo de una candidata opositora, como Xóchitl Gálvez.
La convicción general, y esto ya es un reflejo de la enfermedad en que estamos, es que el Presidente no aceptaría la victoria de Gálvez y le declararía la guerra desde el primer momento de su triunfo.
Tanto en el caso de la ruptura con la candidata oficial, como en el caso de la guerra contra el triunfo de la opositora, lo que está podrido aquí es la obsesión continuista del Presidente; esa obsesión es el tumor que corroe a la democracia que tenemos y el flujo razonable de la gobernabilidad futura.
Lo que está fuera de lugar son las pretensiones continuistas del Presidente. Al que hay que echar fuera de la cancha es al jugador que ya jugó su partido y quiere seguir jugándolo desde la banca.
La vocación de continuismo de López Obrador rompe una de las más largas y sanas constantes de la política mexicana, a saber: el presidente que se va, se va.
Tuvo su baile y bailó. Fin del baile.
López Obrador quiere que su escogida siga bailando al son que él toca, y lo toca desmesuradamente.
Ha sembrado, por otro lado, la certidumbre de que la candidata de oposición tampoco bailará su propio baile, porque él desconocerá por igual a la orquesta, al baile y a la bailadora.
Lo que me interesa subrayar es esto: tanto en el caso de que gane la candidata oficial, como en el caso de que gane la candidata de la oposición, lo que el Presidente está ofreciendo como futuro a los mexicanos es un conflicto político:
Una ruptura anunciada si gana su candidata.
Una guerra anticipada si gana la candidata de la oposición.
La oferta en uno y en otro camino es un atentado democrático y la promesa de un horizonte de inestabilidad política.
Las dos candidatas presidenciales tienen esto en común: tendrán que echar del baile al que quiere bailar de más.
https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/oposicion-y-sucesion